MADRES DE INSUMISOS
Pensando la mejor forma de ayudar a nuestros hijos, algunas madres pedimos que nos proporcionaran la forma de contactar con otros familiares. Cuantas más estuviésemos, mayor sería nuestra fuerza.
Esta llamada fue un total éxito, la respuesta bastante numerosa (luego cada vez mayor); acudieron muchos y todos queríamos lo mismo: hacer ver que estos chicos tenían familia que les apoyaba y comprendía sus razones; que no era exactamente lo que la gente creía, no eran desarraigados, sino idealistas.
Ése fue el principio; creamos la Asociación de Familiares de Insumisos, y pasamos a formar parte de la Asamblea Ciudadana de Apoyo a la Insumisión. Participábamos en todas las movilizaciones de la Asamblea, contribuyendo con nuestra presencia a evitar algún porrazo en las cargas policiales que sufrían. A sus ojos éramos «personas respetables» por lo que tenían más cuidado (no mucho).
Fueron años de lucha, solidaridad, alegrías y penas y esto dio pie a grandes amistades y comprensión entre todos.
Las ocasiones más dolorosas para nosotras fueron cuando había que acompañar a nuestros hijos a la puerta de la cárcel, era una gran injusticia; sentíamos un enorme orgullo de su entereza y valentía, pero los encerraban, era la cárcel y nos causaba un gran dolor dejarlos allí, eran nuestros hijos
De la prisión salían más fortalecidos todavía, la insumisión era imparable. Luchábamos con ilusión, teníamos razón y, al final, nos la tuvieron que dar.
Realizábamos innumerables actos reivindicativos, concentraciones en la plaza del Pilar, recitales de poesía… Contribuíamos con buenas tortillas de patatas y otras cosillas varias para sacar algún dinero en los conciertos solidarios y en las rupturas del tercer grado.
Era enorme nuestra alegría cada vez que alguno de nuestros hijos salía de la cárcel (todos eran nuestros chicos, aunque tuvieran sus propios padres).
Creemos que nuestro trabajo fue positivo. Pero, sobre todo, muy gratificante, nos entendíamos con nuestros hijos, dialogábamos, proponíamos acciones conjuntas y, especialmente a algunas de nosotras nos enseñaron a ver la vida desde distintos (mejores) puntos de vista.
Fueron años muy enriquecedores en verdaderos valores. Mereció la pena, y mucho. Actualmente nos sentimos cada día más orgullosas de aquello. Tuvimos la satisfacción de conseguir algunas cosas, no todas, pero sí el respeto hacia el movimiento y la supresión del Servicio Militar Obligatorio.
Aunque sólo fuera por esto ya merecería la pena, pero, además, nos ha quedado lo mejor de todo, la sincera amistad que surgió entre muchas de nosotras y que seguirá de por vida.
Todo esto nos dio la Insumisión. Gracias
Marisa Bernad