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zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

LISÍSTRATA. CONTRA LA CULTURA MACHISTA SUBVERSIÓN FEMINISTA. Memoria a dos voces

I- Lisístrata, un nacimiento necesario, 1983-1987Amparo Bella

La existencia del Colectivo Universitario Lisístrata permitió que sustentara un deseo de crecer a partir de mi experiencia de ser mujer, también de encontrar referentes e interlocutoras válidas con las que llegué a sentirme no sólo querida, algunas de aquellas lisístratas siguen siendo mis mejores amigas, sino también y sobre todo me sentía autorizada para llevar a la práctica muchas ilusiones que indudablemente llevábamos en nuestros corazones, por jóvenes, por ingenuas, por críticas, por subversivas, por esperanzadas, y porque sin saberlo o denominarlo así, yo creo que hacíamos política de las mujeres, esa que conjuga lo de dentro y fuera en una doble dirección, lo privado y lo público y se mide siempre en las otras mujeres por aquello de situarnos en un simbólico femenino distinto al patriarcal, en un orden simbólico libre.

El grupo surgió en 1983-84 entre algunas inquietas que ya nos conocíamos de las movilizaciones en los centros de enseñanzas medias, contra las expulsiones del colegio de Matute en las Fuentes, en las movilizaciones feministas a favor del aborto y siendo tan jóvenas, en el viaje a las Jornadas Feministas de Granada en 1979; otras pertenecían al entorno “rojillo” del movimiento estudiantil universitario, el grupo contestatario Akelarre que se reunía en la Delegación de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras o la Candidatura Chamarasca de la Facultad de Ciencias por una universidad democrática. Formé parte activa de Lisístrata hasta el año 1987 aproximadamente, después seguí en estrecho contacto con el grupo.

Estos primeros años fueron los de la efervescencia al calor las luchas y huelgas contra la LRU, Ley de Reforma Universitaria, y del proceso estatutario de la universidad. Fueron logros concretos e importantes del colectivo la inclusión de determinados puntos contra el sexismo en las plataformas reivindicativas del movimiento estudiantil de aquellos años, así como la inclusión, por vez primera en todo el Estado, de una enmienda feminista en los Estatutos Universitarios aprobados en 1986; el texto de defensa, revisando el machismo y el sexismo en todas las ciencias, serio al tiempo que irónico y crítico, fue escuchado por los oídos de mil claustrales, además de los que lo leyeron publicado en la revista Andalán. Nuestra participación en la coordinación feminista de Zaragoza en todas las acciones colectivas, a partir de este salto a la fama, sirvió para introducir algunos cambios; creo que mejoró las relaciones entre grupos enfrentados o al menos propició la apertura hacia otras formas de entender el feminismo en la ciudad,  formas menos sectarias, más plurales.

Ahora, desde la distancia veo una mayor significación personal y política de Lisístrata en varios aspectos: en primer lugar el aprendizaje en relación, las lecturas devoradas e insaciables de teoría feminista, de literatura, de poesía, todo ello con nombres de mujeres, entre ellas, Adrienne Rich resuena con fuerza en mi memoria. Fueron días de auténticos descubrimientos compartidos; además estaba la música, la escritura y las conversaciones interminables en la delegación de estudiantes, en la trastienda de la Librería de Mujeres de la calle Maestro Marquina, en el IFI o en los otros bares de “la zona”, caña va caña viene, hasta las tantas de la madrugada, o los domingos con las pastas de té en las casas de las emancipadas, por ser estudiantes desplazadas, o más tarde en el Local del Frente Feminista de San Vicente de Paúl, o en el bar La Pluma, cantando, hablando o planeando acciones y  tratando de subvertir el orden, los órdenes que como mujeres nos oprimían o encorsetaban. De este aprendizaje creo que logramos crear un mundo de referentes comunes y una capacidad de respuesta e intervención pública y colectiva en el campus y en la calle. Creíamos en otras formas de entender la organización, formas distintas a las tradicionales de partidos de izquierda y sindicatos, éramos un colectivo de afines por el feminismo, asamblearias, al principio muy desordenadas, ni actas, ni nada, pero cada una, eso sí, siempre con su cuaderno. Sin cargos ni representaciones, una con otra sustentábamos nuestros deseos y ambiciones y tirábamos, también con discusiones y acaloramientos importantes, pero sobre todo con muchísimas ganas de ir para adelante con los proyectos y las movilizaciones, un estilo algo libre, algo alegre, con mucha inteligencia y sabiduría compartida y transmitida. Manuela, Sesé, Beatriz, Alicia, Marirrós, Delia, Rosario, Marlies, Nuria, Cristina, Teresa, Vicki, Esther, todas las Anas, (por lo menos cuatro) Elena, Maribel, Maite, Loli, Eva, las Cármenes, Patricia, Mª Paz, Idoia, Andrea, Clara, Inma, Alicia, Majo, Amaia, Sandra, Belén, Pili, Paloma, Bárbara… y todas las muchas afines del entorno cercano que estuvieron alentando.

Durante estos primeros años realizamos una ingente labor de denuncia y de creación de opinión, en cierta medida fuimos guerrilleras y sembramos el terror verbal  a través de carteles hechos a mano con los que empapelamos sucesivamente todas las facultades del campus: denunciábamos a profesores con nombre y apellido, recogiendo frases textuales dichas en las aulas. Irónicamente les concedíamos el premio al “machisticlín” de la semana y les premiábamos con una caja entera de clinex para que se limpiaran el sexismo y el machismo que les goteaba. Estos carteles, provocadores y sesudos, hicieron sensibilización feminista por la vía rápida, nos crearon enemistades y nuevas afinidades, levantaron polvareda y atrajeron adeptos y adeptas entre gente que estaba al loro de lo que se decía en las clases y nos lo chivaban. Terminaban con frases incendiarias como las que siguen: «contra el sistema premio y castigo, abolición de los exámenes» «¿Quién cocina, lava, plancha, estimula, apoya y le hace al cama al profesor “x” para ser tan brillante?…, queremos que esta persona enseñe en la universidad», «desabróchate el cerebro tan a menudo como la bragueta» (del mayo del 68 francés); o la más famosa, parafraseando a Virginia Wolf, que decía: «La ciencia no es neutral, la ciencia es macho, es hombre y blanca, además eyacula y no produce orgasmos».

Con todo esto conseguimos que el feminismo y sus reivindicaciones fueran un tema público y candente en los pasillos y en las aulas. En alguna medida logramos desvirtuar la imagen construida de universitarias como “muñequitas cultas y estupendas” y que se nos empezara tomar en serio. Toda esta labor posibilitó que pudiéramos llevar a cabo las I Jornadas de Mujer y Universidad en las que intervinieron ponentes como Mary Nash y Ángeles Durán, después Celia Amorós, artífices de los únicos seminarios universitarios de estudios de las mujeres, entonces, y por ende de la divulgación de la perspectiva feminista en la universidad española. Más tarde, en el 87-88, preparamos y fuimos las maestras del primer Seminario sobre Feminismos e Historia que se hacía en esta ciudad, con aquel título tan rimbombante que no voy a repetir, y que impartimos durante siete meses en la Librería de Mujeres; se inscribieron más de cien mujeres ávidas de historia, genealogía propia y visibilización en aquel desierto zaragozano.

Entre las campañas del 8 de marzo, los abortos, las agresiones, las luchas contra el ejército y la entrada en la OTAN, la insumisión y la celebración el 24 de mayo del Día Internacional de las Mujeres por las Paz, los exámenes, las clases de autodefensa, el trabajo asalariado precario, las tesis, el sexo, los desamores y los nuevos amores, la solidaridad entre mujeres, fuimos cumpliendo con el objeto y significado del nombre de Lisístratas, como pequeñas luchadoras en huelga heterosexual y de tareas domésticas en contra de la resolución patriarcal de los conflictos mediante la guerra y la violencia.


II- Lisístrata, un continuo imprescindible, 1989-1994
Mª Paz Cacho

Si pienso sobre mi trayectoria por Lisístrata, o quizás, mejor dicho, en el paso de Lisístrata por mi vida, tengo que pensar inevitablemente en recuerdos únicos vividos al cien por cien, en luchas en las que sigo creyendo y sobre todo, en mujeres a las que quiero. Así pues, una vez más, y en mi caso de forma clara, pensamiento-política-protesta van directamente ligados al corazón, y eso….¡era y es lo más bonito del mundo!

Creo que Lisístrata fue para mí y para muchas de las mujeres jóvenes universitarias rebeldes de aquella época, una nube intensa de colores a punto de llover en muchas direcciones, un mundo en el que podías reconocer tus dudas, tus deseos, tus protestas, tus pensamientos, tus ideas, tus ganas de llorar…. ¡de gritar ante situaciones que no nos gustaban y que nos revolvían el alma!

Lisístrata fue un espacio de acogida, de  acción, de información y discusión que quería ser, y lo logró en muchos casos, un motor  latente de  inquietudes feministas, no sólo para nosotras mismas como mujeres y como grupo, sino  también como una plataforma viva que representó al feminismo en el panorama universitario de entonces. Nos ayudó a crecer como personas, nutrió de forma definitiva nuestros años universitarios, que sin Lisístrata hubiesen sido un remanso exclusivo y aburrido de notas y exámenes de los que casi ni me acuerdo.

De lo que sí me acuerdo perfectamente es de nuestras reuniones en la quinta planta del Interfacultades, éste sería sin duda uno de nuestros lugares geográficos en el mapa. Los temas podrían ser de lo mas variopinto (aborto, divorcio, discriminación, acoso sexual, lesbianismo, pornografía, ecofeminismo… quién pone los carteles mañana, quién va a la radio, qué rico que es el pan integral, Virginia Woolf… etc) pero siempre tenían una salsa especial difícil de conseguir, siempre era algo intenso y divertido.
Lo que más nos caracterizaba y enriquecía como grupo es que éramos una amalgama de mujeres con una mezcla de diferentes carreras, edades, procedencias, con  diferentes enfoques ideológicos de cómo cambiar el mundo, pero con un espíritu común, el de potenciar una presencia más sana y más justa de las mujeres en la sociedad, y regar, poco a poco, un mundo diferente, el nuestro propio, el de cada día, el de la universidad de entonces, el de esta Zaragoza rebelde que nos acogió con  calor a l@s que llegamos de fuera, éste,  nuestro camino que no para.
Algunas de nosotras estábamos involucradas también en otros grupos de temas sociales muy variados, como en el GLGL por ejemplo, que era un grupo sobre liberación sexual mixto, pero recuerdo Lisístrata especialmente  por ser un espacio en el que, a diferencia del anterior, podías hablar de lesbianismo desde el feminismo, algo que aunque ahora parezca extraño o fácil, entonces no lo era.  Tres de nosotras conseguimos una beca para hacer un trabajo de investigación sobre el tema, porque como grupo universitario intentábamos usar los recursos económicos a los que teníamos derecho y estaban a nuestro alcance ¡creo que los usamos todos!
Fueron muchos los actos que organizamos o a los que acudimos como Lisístratas, dentro y fuera de la universidad, también se crearon lazos con otros grupos a nivel nacional e internacional que han permanecido hasta hoy. Habría miles de recuerdos y anécdotas, pero quiero nombrar una que ilustra el papel que tuvimos para el público universitario en general. Recuerdo un llenazo colosal en una de las salas de la Facultad de Geología, la charla era sobre lesbianismo, se  respiraba una curiosidad y un interés alucinantes, lo mas gracioso es que yo fui como alguien más del publico y aunque yo ya era una Lisístrata no lo sabía todavía, pasaron solo unas  pocos semanas…. ¡Claro!  Me gustaría citar otra anécdota, otra Lisístrata muy cercana a mí en aquel entonces y yo misma, decidimos hacer una pintada por la noche en el campus y claro, tenía que ser en el edificio de Ibercaja que era uno de los blancos más comunes por aquel entonces. La pintada era la siguiente: –La sexualidad no es sólo heterosexualidad-, no me preguntéis por qué semejante galimatías, el caso es que con los nervios y las prisas, nos hicimos un lío de eses y equis y, horas más tarde, tuvimos que volver a corregir la falta de ortografía y la fachada del banco quedó hecha un borrón.  Tengo una foto pero no sé dónde.
Como otros lugares de Lisístrata en acción cito, sin duda, la librería de Mujeres, también la Casa de la Paz con su trajín de gatos y gente, La Pluma, aquel barcito de la calle san Lorenzo, ¡cuanta miga y amiga en tan pocos metros cuadrados! y… ¡por supuesto! nuestras propias casas, con sus acuerdos, desacuerdos, disgustos, amores, desamores, frustraciones, risas… con esa solidaridad y esa transfusión de valores. ¡Ésos sí que eran espacios de despegue y crecimiento!
Y como conocimiento social compartido en  relaciones internacionales, una de las cosas más interesantes que hicimos fue traer a la universidad a  las mujeres de Grenham Common en Inglaterra que ya llevaban unos cuantos años manteniendo este campamento de mujeres contra el militarismo y la instalación de euromisiles en Europa.
El otro contacto, tan fructífero e importantísimo para la ciudad, para el feminismo y la oposición a las guerras fue con Stasa Zajovic, de Mujeres de Negro de Belgrado, yugoslava en pleno conflicto Serbo-Croata y en contra de Bosnia. Conseguimos traerla a Zaragoza y que hablara en contra del horror, de los nacionalismos y del patriarcado, con ella y por ella, con todas las implicadas que quisimos, nació el movimiento de Mujeres en Negro en Zaragoza.

Revivo aquella época y lo hago desde una ciudad lejana y extranjera, desde una ciudad donde nada parecido podría haber ocurrido y lo hago con nostalgia, pero con una nostalgia dulce que da orgullo y me lleva a pensar en los logros conseguidos, que son muchos, y todo lo que todavía es sucio e injusto y en todo lo que a las mentes inquietas, masculinas y femeninas, nos queda por pensar, hacer y protestar.

Amparo Bella y Mª Paz Cacho