DOÑA AUTONOMÍA DE ARAGÓN, VIUDAD DE BOLEA
Ese fue el expresivo -y depresivo- titular que, con forma de esquela mortuoria, publicó el número 255 de Andalán allá por febrero de 1980 siendo el «ucedero» Juan Antonio Bolea presidente de la preautonomína.
Las movilizaciones que desde los últimos años del franquismo exigían Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía y que tuvieron su momento de gloria en la manifestación del 23 de abril de 1978, dieron lugar dos años después a un movimiento en contra de las fuerzas políticas conservadoras (con UCD al frente y el beneplácito del PSOE) que reorientaron, con la decisiva intervención de José Ángel Biel (entonces secretario de la UCD turolense) la decisión de cientos de ayuntamientos aragoneses que habían optado por la vía del 151, la más rápida y de más alto techo competencial, hacia el ominoso 143.
Esta oposición se concretó, en enero de 1980, en un encierro y una huelga de hambre de una treintena de militantes de izquierda que comenzó en la Diputación Provincial, sede provisional de la DGA, donde colocaron una bandera de Aragón a media asta y con crespón negro y fue itinerando de forma violentamente obligada -grises mediante- por el ayuntamiento y el Centro Pignatelli hasta llegar a la sede la Asociación de Vecinos del Picarral, que los acogió.
De especial importancia fue la visita al consistorio (el entonces alcalde Sáinz de Varanda, partidario del 151, se encontraba de viaje) donde el alcalde accidental Juan Montserrat (luego presidente de las Cortes y Justicia de Aragón) no les permitió permanecer y que ocasionó diversos incidentes con la policía local y tuvo como consecuencia la ruptura del pacto de izquierda (PSOE, PCE, PTA) del primer gobierno democrático de la ciudad tras la dictadura.
Estas acciones culminaron en febrero y abril de 1980 con manifestaciones en las tres capitales aragonesas (reprimida la de Zaragoza por militantes de Fuerza Nueva ante la pasividad de la policía) exigiendo una autonomía plena que nunca llegaría.
De hecho, la postura de los partidos mayoritarios tuvo la virtud de generar una convulsión en el aragonesismo político que confluyó en la Asamblea Autonomista y que daría lugar poco después a Izquierda Nacionalista Aragonesa, un movimiento asambleario -controlado en parte por el Partido del Trabajo de Aragón (PTA)-, que duraría hasta poco después del golpe de estado de Tejero, al año siguiente.
Pero las bases para la génesis de una fuerza política nacionalista de izquierdas con amplia base social ya estaban puestas. Aunque el PSA se encontraba en declive y el Movimiento Nacionalista Aragonés (MNA) no había conseguido apenas repercusión social, otras fuerzas políticas como el PTA (y su sindicato Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores -CSUT-) y parte del Movimiento Comunista de Aragón (MCA), habían asumido el nacionalismo, pero sobre todo se estaba edificando sobre los cimientos de un aragonesismo cultural encabezado primero por el Rolde de Estudios Nacionalista Aragonés y el Consello d’a Fabla Aragonesa, al que se unirían luego el Ligallo de Fablans de l’Aragonés y el movimiento alrededor de la música tradicional y los cantautores, que contaban ya con casi diez años de trayectoria, así como los movimientos ecologistas, pacifistas y de defensa del territorio.
Precisamente el movimiento pacifista fue decisivo para articular la movilización en contra de la entrada de España en la OTAN. Algunas de las personas que comenzaron a trabajar en estos ámbitos y estos colectivos fundarían, tras el referéndum de la OTAN, la Nueva Izquierda de Aragón de la que, a mediados de la década, ante los recelos por el control que el PCE trataba de llevar a cabo, se desgajaron los sectores más aragonesistas que fundaron un nuevo partido: Unión Aragonesista/Chunta Aragonesista.
Era el año 86 y había mucho camino por recorrer. La DGA estaba naciendo a la vez que el resto de las instituciones aragonesas, pero entre los colectivos aragonesistas de izquierda seguía latiendo la necesidad de alcanzar un mayor grado de autogobierno que permitiera a los aragoneses una mayor calidad de vida que ya se empezaba a notar en los poderosos vecinos que nos rodean. Las amenazas del trasvase del Ebro, que habían conseguido aglutinar en los 70 e incluso habían propiciado el nacimiento del partido de Hipólito Gómez de las Roces (el Partido Aragonés Regionalista), se cernían de nuevo y venían unas veces de la derecha -Unión de Centro Democrático (UCD), Partido Popular (PP)- y otras de la izquierda -Partido Socialista Obrero Español (PSOE)-.
Nuevamente se veía en la consecución de mayores cotas de autogobierno una solución a algunos de los problemas que se cernían sobre Aragón, y nuevamente se llevaron a cabo manifestaciones multitudinarias para conseguirlo; especialmente en 1992 en que, tras el éxito de la llevada a cabo en Zaragoza el 23 de abril, se convocó otra para el mes de noviembre de Madrid.
Era la primera vez que un territorio acudía en masa a la Carrera de San Jerónimo a exigir sus derechos, la primera vez y la única; el éxito fue atronador. El lunes 16 de noviembre todos los periódicos estatales teñían de rojo y amarillo sus portadas. A partir de ahí la lucha por la autonomía estuvo unida a la oposición al trasvase. El San Jorge del 93 volvió a ser la reivindicación de un pueblo por su autogobierno y por la gestión ordenada de los recursos naturales, y así hasta la magna manifestación del 2000 en Zaragoza, y sobre todo la impresionante marcha del 2001 sobre la capital. En Madrid. 400.000 aragoneses se dieron cita para dejar claro cual era su voluntad. Y la dejaron, vaya que si la dejaron.
Mientras, y tras algunos intentos frustrados de reforma, el estatuto aprobado en 1982 había experimentado alguna «leve mejoría» en las reformas del 94, 96, 97 y 2002 hasta llegar a la más importante de 2007, pero esa es ya otra historia y debe ser contada en otro lugar.
Ignacio López Susín