LA VOCALIA DE MUJERES DEL PICARRAL Y LA ASOCIACIÓN DE VECINOS. UNA LUCHA DE BARRIO PARA UNA CIUDAD
Mi experiencia personal como voluntaria en el movimiento vecinal y concretamente en la comisión de mujeres de la Asociación de Vecinos Picarral-Salvador Allende es de más de treinta años, apoyando las reivindicaciones que se han hecho en la ciudad para ir transformando esta sociedad y, en concreto, la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres
Quiero contar primero dos cosas que me parecen importantes para la introducción del tema.
Primero, decir que soy una mujer sencilla, que viví en un pueblo, Novillas, hasta los dieciocho años y, por supuesto, por aquel entonces, los conocimientos educativos y culturales que recibíamos se daban en la única escuela pública que allí existía. La metodología que se utilizaba era un único libro para todos los cursos.
En segundo lugar, decir que soy madre de tres hijos y una hija y ahora disfruto como abuela con cuatro nietas y un nieto.
Una experiencia bastante fuerte para mí fue la obligación de emigrar a la ciudad yo sola, para trabajar en el único empleo al que podíamos acceder las mujeres, es decir, a servir como empleada de hogar, y, en mi caso, por imposición familiar, a casa de los señores para los que mis padres trabajaban en el pueblo. Era un trabajo totalmente sumiso donde tenías que estar todo el día a las órdenes de tus señoritos, como les gustaba que les llamáramos. No tenía ninguna posibilidad de relación y, menos, de poder promocionarme.
Otro de los aspectos importantes en mi vida, después de los padres que he tenido, fue la suerte de encontrar y conocer a mi pareja. Él era una persona muy crítica con la sociedad tan injusta en que vivíamos en los años 70 y estaba muy implicado en la defensa de la clase trabajadora, participando activamente en varios colectivos, entonces ilegales. Yo venía de una religiosidad muy tradicional y de pensar más en lo que los curas te decían, sin poder opinar por mí misma. Pude descubrir otra manera de ver las actitudes que tomábamos en la vida, a través del contacto que empecé a tener con todo el entorno de mi pareja. Me resultaba difícil de asimilar, sobre todo, la rebeldía que tenían y el no conformarse con todas las injusticias que nos tocaba vivir.
El vivir en un barrio tan concreto, el Picarral, donde todas las luchas obreras tenían su clara justificación y eran apoyadas por mucha gente, iba calando en mi interior; empecé a pensar por mí misma, dejando los agobios de la religión aparte y aprendí a ser más libre en mis acciones.
Allí fue donde me relacioné con un equipo organizado, muy diverso, de personas que tenían un compromiso muy profundo y serio con la idea de conseguir colegios, alumbrado, guarderías y mejorar la calidad de vida de los barrios.
Todas estas ilusiones las compartíamos con muchas de las personas desde nuestra fe por querer llevar un cristianismo más humano y cercano a la problemática que se vivía los años anteriores a la democracia. Personalmente tengo que decir que las reflexiones que hacíamos a través de todo lo que iba aconteciendo me fortalecieron para participar en la vida pública que en esos momentos se iba desarrollando en el barrio.
Mi marido, como presidente de la AVV, fue el que me introdujo en la comisión de mujeres. Al principio de los años 70 las reuniones las teníamos en nuestras casas y empezamos llamándonos Comisión de Consumo. El análisis social que hacíamos era desde el punto de vista de los salarios y la repercusión que sufríamos con la carestía de la vida y la cesta de la compra. Quienes más lo sufrían eran las mujeres de los trabajadores y, por ello, realizamos algunas acciones exigiendo en las tiendas un precio justo. De allí pasamos a plantearnos otras cuestiones que también estaban en relación con la vida cotidiana de las mujeres.
En aquella época había unas necesidades muy básicas en el barrio y empezamos viendo la urgencia de una guardería. Ni cortas ni perezosas la pusimos en marcha con tres madres que se ofrecieron en unas condiciones laborales muy precarias, sin seguridad social. Se pudo llevar a cabo por la cesión de los locales de la parroquia de Belén, que tenía una actitud muy abierta frente a las reivindicaciones que hacíamos para el barrio.
Pronto descubrimos la necesidad de formarnos para seguir haciendo el cambio de estructuras que necesitaba la sociedad. Se creó en el barrio un Centro de Adultas para que las madres pudiéramos sacarnos el graduado escolar. Contactamos con profesores de la universidad y se ofrecieron a formarnos con una actitud muy positiva y una mirada crítica hacia los problemas sociales. Hoy todavía sigue este centro haciendo un servicio al barrio y yo sigo dando clase de alfabetización a personas de 70 años, todo un logro.
El descubrir la importancia de los métodos anticonceptivos, la exigencia de su legalización y la educación sexual fue una lucha fuerte que la sacamos adelante, con el Frente Feminista a la cabeza.
Hacíamos charlas informativas para las mujeres y, como anécdota, contar que a la salida teníamos a la policía interrogándonos. Otro detalle curioso es que exigíamos en las consultas del medico de familia las pastillas anticonceptivas y la negativa era rotunda la mayoría de las veces. No nos las daban porque “no iban a pecar ellos para que jodiéramos a gusto con nuestra pareja”, decían.
Entonces ya veíamos que la promoción de la mujer pasaba por su incorporación al mundo del trabajo, fuera del hogar familiar. Así que, para ello, lo siguiente que acometimos fue la reivindicación de las guarderías con un horario más amplio. Ésta fue la lucha de todas las comisiones de mujeres, unidas en diferentes barrios. Acudimos al ayuntamiento con nuestros hijos, exigiendo al concejal de turno guarderías para las mujeres en horario laboral, con el fin de poder incorporarnos con los hombres al trabajo fuera de casa. Conseguimos en el Picarral, Delicias y Las Fuentes. Hoy han pasado 25 años y todavía no se han puesto nuevas guarderías públicas en funcionamiento, adaptadas al horario laboral. Esto significa que es muy importante trabajar organizadas en la sociedad para ir avanzando hacia la igualdad plena entre hombres y mujeres.
El derecho al aborto libre, al divorcio, las guarderías, los centros de planificación familiar, los centros de educación de adultas y hasta un instituto de enseñanza media en el barrio eran reivindicaciones en las que no cesamos de luchar con las mujeres del Frente Feminista, que nos apoyaban incondicionalmente.
La implantación de los ayuntamientos democráticos significó un tirón importante para la promoción de la mujer. Apoyamos los Talleres de Promoción de la Mujer del ayuntamiento desde las comisiones de mujeres de los barrios.
A todas estas luchas se sumaron otras acciones reivindicativas, festivas y culturales, como la celebración del 8 de marzo, unidas con los sindicatos progresistas de la ciudad, la creación de otras comisiones de mujeres en otros barrios, el certamen literario anual, las innumerables charlas sobre diferentes temas, los talleres de ocio y tiempo libre para las mujeres, etc.
En la última década tenemos que destacar la lucha contra la violencia de genero, apoyando una gran cantidad de actos como el “25 de Noviembre, día internacional contra la violencia hacia las mujeres” y las concentraciones de los primeros martes de cada mes en la plaza de España.
La asociación del barrio del Picarral, después de varios intentos de constituirse, se formalizó en el mes de abril de 1970, en plena dictadura, con lo cual la camuflamos con el nombre de Asociación de Cabezas de Familia. Eran las únicas asociaciones que estaban permitidas.
Las primeras reivindicaciones se dieron ya en 1967, con la entrevista en el ayuntamiento con el entonces alcalde de la ciudad, Cesáreo Alierta, para llevar el agua al bloque del Hogar Cristiano y a los pabellones de Francisco Franco. Con el tiempo conseguimos un colector para el barrio y poder tener agua todo el día, sin cortes constantes.
La sanidad ha sido una de las reivindicaciones fuertes en el barrio. Se agruparon todas las asociaciones para hacer un enfoque más global para la sanidad en la margen izquierda. Llevamos a cabo varias concentraciones para exigir la limpieza de escombros y de las ratas que aparecían por el barrio. Solicitamos entrevistas y realizamos gestiones para exigir mejoras en los planos del Centro de Especialidades para el ambulatorio de Ebro Viejo. Se llevó un seguimiento de las obras, para conseguir que estuviera dotado de radiología. Ante la negativa de que nos recibiera el director del Insalud para exigir la apertura del centro, se convocó una semana de movilizaciones de protesta. Celebramos con una chorizada y vino el estreno del ambulatorio.
Se siguió presionando para la apertura del centro de salud Pantano de Búbal. La agrupación de sanidad se mantuvo a lo largo del tiempo para ir exigiendo la apertura del Cascajo, hospital Royo Villanova, como hospital de referencia para toda la margen izquierda.
La lucha por conseguir un transporte público en el barrio ha sido constante en la trayectoria de la asociación, y ahí seguimos. Todavía el año pasado se convocaron varias concentraciones para mejorar las frecuencias del autobús 29.
Ya desde el año 1979 exigíamos el bonobús y, más adelante, el billete hora, que es lo que ahora refleja la tarjeta bonobús. Por aquellos años eran constantes las manifestaciones que hacíamos hasta el ayuntamiento y el gobierno civil (en la actualidad, Delegación del Gobierno en Aragón) para conseguir mejoras en las frecuencias de los autobuses. Nos plantamos en huelga de no coger nadie el autobús y en las paradas conseguíamos que los coches particulares nos apoyaran para llevar a los viajeros al trabajo. Hemos corrido muchas veces cierto peligro en los cortes y sentadas, parando la circulación para llamar la atención ante la subida del billete: en el año 1975 de 2,50 (0,015 euros) pasó a 5,50 (0,033 euros) de las antiguas pesetas; en 1978 la subida fue de 7 (0,042 euros) a 8 pesetas (0,048 euros). Se consiguió alargar la línea 36 hasta Valdefierro. El intento de subir el billete en 1981 a 22 pesetas (0,13 euros) convocó una asistencia masiva de vecinos del barrio al pleno del Ayuntamiento y triunfamos, ya que se denegó esa subida tan abusiva.
Otro tema y caballo de batalla han sido en todos estos años los tanques. En el año 1980 empiezan las movilizaciones contra el paso de los tanques por la calle San Juan de La Peña. En noviembre de ese año se hace una sentada en la misma calle para reclamar que no pasen. En diciembre del 1982 hay una reunión de las AAVV del Picarral y Arrabal para protestar por la circulación de los tanques y todo lo que suponía de ruido y, además, de estropear la calzada de la calle. En 1982 tenemos la primera noticia de la construcción de un ramal de vía del ferrocarril al campo de San Gregorio. Este año se siguen teniendo reuniones y manifestaciones para la retirada de los tanques. En 1985 se realizó un corte de tráfico a la altura del número 157 de San Juan de La Peña. El malestar de los vecinos es grande. En octubre del año 1986 por fin los tanques dejaron de pasar.
Hemos seguido el día a día sin parar de trabajar y participar en toda la vida del barrio. Han sido montones de historias con las que podríamos hacer un libro solamente con las reivindicaciones por las que hemos peleado. Toda una vida de lucha vecinal.
Pilar Añón