STOP RAZISMO! LAS FUENTES MESTIZO!
En los años de transición entre el siglo XX y el actual, el zaragozano barrio de Las Fuentes fue sede involuntaria y testigo presencial de una importante respuesta social contra el racismo y el fascismo organizado. Una combinación de lucha vecinal, propaganda masiva y acción directa que generaría un panorama convulso en este popular distrito.
Todos estos hechos tuvieron lugar en un contexto estatal de criminalización y represión hacia cualquier movimiento político disidente. La victoria del PP por mayoría absoluta en las elecciones generales del 2000 dibujaba un panorama preocupante. El españolismo más extremo volvía a ocupar las poltronas que nunca había abandonado en realidad. La aznaridad se consolidaba y los hijos del franquismo cambiaban el ruido de sables por un karaoke mediático que se convertía en la banda sonora soñada para los grupúsculos de extrema derecha. El rechazo a la inmigración y la persecución política, convertidos en canción cotidiana de los del olmos y urdacis de turno, se materializaban en el endurecimiento de las leyes de extranjería, la brutal represión y criminalización a las manifestaciones antifascistas del 12 octubre en Barcelona o los montajes jurídico-políticos que sufrieron varios militantes de los movimientos sociales en todo el estado. De la mano de Jaime Mayor Oreja llegaban el cierre de Ardi Beltza, la prisión para Eduardo García, las primeras ilegalizaciones de organizaciones populares de Euskal Herria o los incidentes racistas de El Ejido y Ca´n Anglada. Era la otra cara de una vieja moneda, aquella que se plasmaba en forma de bandera rojigualda de 290 m2 en la plaza Colón de Madrid y que constituía el caldo de cultivo ideal para el surgimiento y crecimiento de bandas neofascistas.
En Zaragoza, esta dinámica se materializaba en hechos como la aparición de propaganda de KRIPO, un grupúsculo neonazi surgido en aquellos días, que reivindicaba sus numerosas agresiones a través de una página web bajo su control. También eran cada vez más habituales las reuniones y conciertos internacionales organizados en la ciudad por los neofascistas de tercera vía Movimiento Social Republicano y Blood & Honour. La presencia de propaganda de partidos ultras como Democracia Nacional y pseudo asociaciones como la efímera Unión Rojigualda era la señal de que, al amparo de las políticas ultraderechizadas del Partido Popular, el fascismo se movía y crecía, teniendo en no pocas ocasiones como escenario de actuación las tradicionales zonas y barrios obreros. Como el distrito de Las Fuentes, que por esas fechas comenzaba a mostrarse como un peligroso foco de proliferación de agresiones racistas. En su seno, los que en un principio parecían cuatro pequeños traficantes seducidos por la estética militarista y fascista, empezaron a dejar de ser un reducido grupo y comenzaron a adoptar un comportamiento de grupúsculo politizado de forma cada vez más evidente. A esta estética inicial no se le tardaron en sumar esos problemas añadidos en forma de agresiones, amenazas, pintadas, etc.
Para mayor preocupación vecinal, a la presencia en la calle Doctor Iranzo 84 de la farmacia del dirigente fascista de Democracia Nacional, Miguel Angel Artal Lerín, se le añadió la de otra tienda paramilitar semiclandestina llamada “Urban”, situada en el número 65 de la misma calle y en la que se vendían todo tipo de armas blancas, además de material y propaganda fascista. Ésta enfocaba su venta a un público adolescente, teniendo como tapadera en su escaparate regalos deportivos y parafernalia futbolera. Pero lo que generaba mayor inquietud era ver como los fascistas campaban a sus anchas por el barrio, en especial por la Casa de Juventud, los institutos, algunos bares o el Parque Torrerramona. Incluso comenzaban a exhibir su parafernalia en partidos de fútbol-sala del barrio. Para entonces ya existían informes municipales acerca de esta peligrosa presencia en Las Fuentes, que no se limitaba únicamente a la actividad fascista, ya que además participaba de forma activa en el tráfico de drogas a pequeña escala entre los jóvenes del barrio, como constaba en aquellos informes del Servicio de Juventud del Ayuntamiento de Zaragoza. Pero la pasividad institucional convirtió en una costumbre ver a estos energúmenos por la calles de Las Fuentes exhibiendo su ideología racista y fascista y amedrentando a sus habituales víctimas: jóvenes, inmigrantes,… Todo esto, en una barriada obrera con una creciente y trabajadora población inmigrante por aquel entonces. Pese a la bomba de relojería que suponía la presencia de un núcleo fascista ultraviolento dentro del barrio, el comportamiento de Delegación de Gobierno, del Ayuntamiento y de las diversas policías fue siempre mirar a otro lado, negando, minimizando o silenciando el problema. Llegaron incluso a la complicidad descarada con los fascistas en muchas ocasiones. Tampoco la Asociación de Vecinos estuvo a la altura de las circunstancias.
Un sector habitual en la asamblea de la PAZ (Plataforma Antifascista de Zaragoza) elaboró una octavilla de denuncia que se buzoneó por todas las calles aledañas a Doctor Iranzo así como por las principales arterias del barrio. En una cara figuraba impresa una papeleta del partido neofascista Democracia Nacional de las elecciones al Parlamento Europeo de 1999. En ésta aparecía el farmacéutico zaragozano ultra Miguel Angel Artal Lerín como número dos de la lista. Aparte de esta explícita información, al margen, un texto explicaba algunas de las denigrantes prácticas de su negocio como negarse a vender anticonceptivos o apoyar financieramente a bandas fascistas. Al dorso de la octavilla aparecía también un calendario navideño de propaganda expedido por la aledaña tienda “Urban” y decorado con todo tipo de simbología fascista. También se denunciaba lo que realmente encubría el supuesto local de venta de regalos deportivos y alertaba a padres y madres del peligro que representaba la presencia de este establecimiento para los jóvenes del barrio. Miles de estos pasquines llegaron a las manos del vecindario, lo que hizo bastante daño a los dos establecimientos, en especial a la tienda, cuyos propietarios, algo desorientados, llegaron a acudir a la Asociación de Vecinos para exigir el fin de la campaña. Una importante cantidad de pintadas de denuncia ayudó a informar al vecindario.
El 14 de Enero de 2001, se producían las primeras de una larga lista de pintadas racistas y amenazantes en la churrería de la calle Jorge Cocci “El Negrito Zumbón”, propiedad de Máxime Valmorín, vecino africano del barrio. Varias de estas pintadas vendrían acompañadas en ocasiones de la rotura de los cristales del pequeño negocio familiar. El 19 de Enero, vecin@s anónim@s convocaron un pasacalles de apoyo a Máxime que finalizó en la falsa tienda de abalorios deportivos. Varios fascistas salieron a la puerta encapuchados, pero la presencia de doce furgones policiales disuadió a l@s antifascistas de demostrar más contundentemente su enfado, por lo que la cosa no pasó a mayores pese a los momentos de tensión que se vivieron y las numerosas provocaciones por parte de los fascistas.
Aquel sector de habituales de la asamblea de la PAZ, junto con vecinos de Las Fuentes y una serie de individualidades, terminaban de gestar, por aquel entonces, un proyecto antifascista que pronto comenzaría a hacerse sentir por el barrio y por el resto de Zaragoza. Su espíritu era romper el aislamiento del antifascismo aragonés y sacarlo de su autocomplaciente y rutinaria actividad en los Centros Sociales Autogestionados y las zonas “liberadas”, hacia la periferia. Se trataba de romper con la teoría, tan de moda en diferentes movimientos sociales, según la cual el fascismo no era sino una herramienta del capitalismo para desvíar los verdaderos objetivos de la lucha anticapitalista. Para desmontar este mito escapista, según el cual era posible “la toma del Palacio de Invierno” sin detenerse en la realidad concreta de los barrios, se hacía necesaria la respuesta, precisamente, en las zonas más saturadas de elementos fascistas. Contrarios a la tesis anterior, est@s militantes tenían claro que el fascismo organizado no es una cortina de humo del capitalismo, sino otra de sus peligrosas fuerzas de choque.
Dando por concluido el ciclo vital de la PAZ, que se disolvería pocos meses después, este grupo de afinidad comenzó otro episodio de autoorganización contra el fascismo desde la base, teniendo como ingrediente más característico el uso y la defensa de la lengua aragonesa en su propaganda y marcándose como objetivo principal la agitación antifascista en los barrios populares, desde una perspectiva aragonesa, autónoma, anticapitalista, iconoclasta y revolucionaria. Se lanza así el 20 de Noviembre del 2000 la Enrestida Antifa 00/01 bajo el lema “Estricalla o faxismo! A l’enemigo ni augua. Apoyaz l’antifaxismo reboluzionario”. Proyectada desde el 2000 hasta finales de 2001, la Enrestida Antifa 00-01 editará una gran tirada de carteles y adhesivos. También comenzará una intensa campaña de pintadas, murales… Su radio de acción abarcará toda Zaragoza, pero será en Las Fuentes donde esta primera ofensiva popular deposite sus mayores esfuerzos.
Se elaboró una estrategia de calle basada en diferentes medidas de choque iniciales: Por el día, dotar al máximo de presencia antifascista a las calles del barrio. Se hizo especial hincapié en las zonas donde se reunían los nazis, algo que generaría algún que otro encontronazo con los rapados. Y por las noches, inundar de carteles, pegatinas, pintadas y murales las paredes del barrio, sobre todo las de las casas de los fascistas. Se eligieron la confrontación directa y el acoso continuado como mejores armas para la estrategia de derribo. Se comenzó a recopilar la mayor información posible acerca de estos elementos para poder denunciarlos, además de para poder hacerles sentir el aliento vecinal incluso dentro de sus propias casas. Mientras tanto, seguían presentes el boicot y los sabotajes contra la tienda “Urban” y la farmacia, ambas regentadas por miembros activos del fascismo zaragozano. Esta última blindaría su negocio con excepcionales medidas de seguridad.
Tras un tiempo de debate y de forma paralela, poco tiempo después se crea la “Coordinadora Vecinal contra el Racismo- Las Fuentes”. Este organismo de base, autónomo de poderes políticos y no legalizado, emprende la acción vecinal y educativa que, en tantas ocasiones, se le había exigido a la Asociación de Vecinos con las consiguientes evasivas por su parte. De esta forma se consigue dotar al barrio de un ente canalizador de información, transmisor de convocatorias y referente para vecinos y agredidos. Nació con la pretensión futura de extenderse como ejemplo al resto de los barrios, para multiplicarse en cada uno de ellos y terminar siendo con el tiempo otro apéndice más de una organización antirracista en toda Zaragoza. Estas intenciones serían compartidas con militantes de otros barrios, algunos organizados ya para entonces en otros colectivos sociales de la ciudad. Al trabajo de esta nueva organización se irá añadiendo gente de forma paulatina y con distintos grados de implicación. Vecinos del barrio y también personas anónimas y de otros colectivos sociales con ganas de combatir el paramilitarismo fascista en las calles. Se rechazó en todo momento el uso de siglas y nombres propios de organizaciones, ni siquiera en forma de apoyo, en cualquier acto o propaganda de la Coordinadora. No había sido concebida para ser una plataforma de colectivos concretos, sino de vecinos en general. Se buscó la unidad de criterio y se huyó en todo momento del histórico error antifascista de dotar protagonismo a las distintas nomenclaturas de sus militantes. Esta medida evitaría que las rivalidades banales pudieran entorpecer el trabajo real, lección aprendida de anteriores experiencias organizativas de carácter heterogéneo en la ciudad. Sin embargo nunca hicieron falta debates posteriores al inicial respecto a este tema, lo que aportó gran fluidez en el trabajo día a día y a la hora de tomar decisiones. La Coordinadora fue aglutinando, con el paso del tiempo, mayor diversidad de tendencias políticas de la que había en un principio, cuando su militancia se nutría de un grupo más reducido y de mayor afinidad. No obstante, gracias a ese espíritu unitario se logró que todos los que se fueron sumando a ella trabajaran codo con codo y de forma activa con todos l@s demás.
Su puesta de largo fue la Semana Cultural contra el Racismo de Las Fuentes, en Mayo de 2001.
Tres actos públicos en el barrio fueron los puntos fuertes de estas jornadas: un concierto, un pasacalles y una mesa redonda con inmigrantes de distintas procedencias. Todos estos actos se convocaron sin pedir permiso alguno a Delegación de Gobierno y para su desarrollo se contó con la colaboración de los alumnos de la escuela de castellano del centro en el que tuvo lugar.
El viernes 11 de mayo, se celebró en el gimnasio del IES Pablo Serrano un concierto antirracista y por el mestizaje. Gitanos flamencos, raperos, artistas africanos y brasileños, la mayoría de ellos vecinos de Las Fuentes, amenizaron esta convocatoria con gran éxito de público, entre el que se dio a conocer la Coordinadora Vecinal contra el Racismo. Sólo la esporádica presencia de algún policía de paisano enturbió esta presentación.
El Sábado 12 de Mayo, la Coordinadora convocó a las doce de la mañana un pasacalles antirracista con salida desde el Parque Torrerramona. En un ambiente festivo, con charanga incluida, se realizó un recorrido hasta la tienda fascista. Durante todo el paseo se repartieron octavillas informativas y bastantes vecinas se fueron añadiendo a la marcha, incluso abuelos, y padres y madres con niños. La cosa cambió cuando al llegar a la tienda, entre cánticos contra el racismo que ensordecían la calle y música verbenera, media docena de fascistas, varios del barrio, se apostaron en la puerta en tono agresivo e intimidatorio. Eso sí, rodeados de policías de incógnito que velaban por su seguridad en todo momento. Mientras estos últimos protegían a sus provocadores pupilos de un sector del pasacalles que no se dejó amedrentar por los seis rapados, aunque sin mediar previamente altercado grave alguno, varios furgones de policías antidisturbios cargaron contra la cola del pasacalles de forma sorpresiva con la consiguiente desbandada vecinal. Esto permitió un intento de ataque por parte de los fascistas, que aprovecharon la confusión para intentar agredir a los últimos manifestantes que quedaron rezagados tras la estampida, aunque éstos repelieron la agresión sin problemas. Pese a que el enfado acumulado no era pequeño y puesto que la Coordinadora había convocado los actos con vistas a tener continuidad y asentarse en el barrio, el pasacalles, así como el resto de la Semana Cultural Contra el racismo, se había planificado en un tono no violento, incluso festivo en este caso. Aglutinar el máximo de vecinos posible era el objetivo del consenso asambleario, pero la presencia de los nazis practicando su apología y provocando a los manifestantes fue calentando la situación. El posterior ataque policial dibujó una situación antagónica a lo esperado y lo que comenzó como una fiesta reivindicativa terminó en quilombo. Se cortaron calles y hubo carreras con la policía por el barrio durante un buen rato. Un sector de gente estuvo intentando volver a acercarse a la tienda, con la consiguiente respuesta policial, a todas luces desmedida y parcial. La mala suerte hizo coincidir estos actos con la presencia de una importante cantidad de policías reservistas traídos ex profeso desde Logroño en un desesperado intento por localizar a los ejecutores de Manuel Giménez Abad, político del PP contra el que ETA había atentado en Zaragoza unos días antes y a cuyo comando creían instalado todavía en la ciudad. El Ministerio del Interior, obcecado en su desquiciada y paranoica búsqueda, desplegó un estado policial en la ciudad que llegó a generar numerosas quejas ciudadanas debido al acoso brutal al que se sometió a los y las zaragozanas aquellos días. Estos mismos violentos uniformados fueron los encargados de disolver por la fuerza a quienes defendían la convivencia cultural de forma pacífica mientras protegían a parte de los agresores de Máxime Valmorín, pese a saberlos de sobra culpables de los ataques a su negocio de churrería. Información con nombres y apellidos de los causantes de estos ataques había sido hecha llegar a sus manos tiempo antes, pero no solo no emprendieron ninguna acción legal al respecto sino que además cuidaron paternalmente a los agresores mientras cargaban contra la respuesta ciudadana en defensa del churrero. Un vecino y militante antifascista fue detenido en los incidentes. A parte de golpeado, insultado y amenazado, tanto en el lugar de la detención como en comisaría, fue condenado por altercados y resistencia tiempo después. En la elaboración de la sentencia judicial no debieron tener en cuenta la total falta de pruebas ni los numerosos testimonios contarios a la acusación de los testigos presenciales que declararon en favor del detenido.
El lunes 14 de Mayo, tan sólo dos días después del movido pasacalles, se convocó en una mesa redonda a vecinos, colectivos y estudiantes, en especial, a miembros de la población inmigrante. El coloquio tuvo lugar en un aula del IES Pablo Serrano. Se habló de temas como del fascismo organizado en el barrio y acerca de otros, como la Ley de Extranjería del gobierno del PP. También se discutió acerca de la necesidad de educar a la ciudadanía en pro de una convivencia cultural y, sobre todo, de cómo dirigir esa educación hacia los más jóvenes. El fenómeno de la inmigración se encontraba en plena ebullición y crecía a ritmo acelerado en todo el Estado español, por lo que se corría el peligro de que mediante la manipulación, el discurso oportunista de los racistas pudiera calar entre una ciudadanía casi virgen, por aquel entonces, en la convivencia con gente de otras procedencias y culturas. Tanto la asistencia como el desarrollo del coloquio se valoraron de forma muy positiva entre los convocantes. Todo menos la inesperada aparición en el meridiano del acto de un miembro de la Policía Nacional vestido de paisano que, acompañado de tres fascistas asiduos a la tienda “Urban”, trató de impedir el curso del debate con métodos mafiosos. Tras entrar presionando al director del instituto para obtener los nombres de los que habían convocado el acto, fueron detectados en los pasillos por miembros de la Coordinadora Vecinal justo cuando se dirigían hacia el aula de la charla, mientras parte del profesorado que se encontraba en el Centro intentaba disuadirles. La contundente respuesta de una parte de los asistentes al coloquio, que salieron a enfrentarse con ellos, hizo desistir a los cuatro intrusos de sus pretensiones y se marcharon rápidamente. En un ejercicio de coherencia y pese a la ira que generó entre los asistentes semejante injerencia, se decidió que era prioritario finalizar el acto antes que dar un escarmiento a los frustrados matones en el exterior del centro, por lo que una vez despejado el camino de obstáculos se continuó con la charrada.
La Policía Local también presionó al director del IES Pablo Serrano para obtener los nombres de los convocantes de los actos, algo que la dirección del centro se negó a facilitar. También arrancó a conciencia la propaganda de la Coordinadora, en ocasiones, como en las de algunos actos de estas jornadas, la misma noche que era colocada, lo que obligaba a los militantes a salir de nuevo a ponerla. Estos sabotajes fueron presenciados por no pocos vecinos ya que los policías tampoco se escondían mucho al practicarlos. Pero la presencia de los nazis no parecía incomodarles lo más mínimo. En no pocas ocasiones se les veía hablando amigablemente. Una amistad que no era repentina ni sucedía por casualidad. De hecho, al tiempo se supo de la existencia de informes que el Ministerio del Interior había enviado al Ayuntamiento avisando de la presencia de elementos pertenecientes al fascismo organizado trabajando dentro de la comisaría de Las Fuentes. Otro indicio que apuntaba directamente a este hecho fue la comprobación, también por parte de gente de la Coordinadora, de que en esta comisaría existía un dossier elaborado con toda la propaganda antifascista (carteles, fotos de murales, pegatinas…) que estos policías habían ido recopilando de las paredes y papeleras del barrio. De saber esto, seguramente Máxime no hubiera entregado en esta comisaría los datos de sus agresores, ignorante de que esta información que previamente le había transmitido la Coordinadora terminaría cayendo en saco roto.
Todos estos obstáculos no impidieron que esta Semana Cultural contra el Racismo sirviera de recurso movilizador y atrajera a nuevos compañeros a trabajar en el barrio. Enrestida Antifa continuó decorando Las Fuentes con los carteles antifascistas de diseño manga, que empezaban a parecer parte del mobiliario urbano del barrio. Siguió borrando las pintadas fascistas que el Ayuntamiento del PP no quitaba, obcecado mientras en limpiar presurosa y concienzudamente los murales antirracistas. Para las autoridades éstos debían representar una gran amenaza para la paz social de la ciudad mientras que las pintadas con mensajes racistas y fascistas pasaron siempre inadvertidas para los servicios de limpieza, en un ejercicio de absoluta mezquindad política del gobierno municipal. No así para Enrestida Antifa, que mediante batidas periódicas, localizaba y borraba todas las que podía. En alguna ocasión aparecían ya tapadas, lo que generaba gran optimismo entre los militantes al comprobar que vecinos anónimos se unían por su cuenta a la batalla propagandística. Nuevos murales antirracistas, muchos a rodillo, brocha y spray seguían apareciendo pese al empeño que tenían las autoridades en acabar con, lo que empezaba a ser, una respuesta directa de participación ciudadana demasiado incómoda para el poder. No sólo les preocupaba que la gente se autoorganizase para combatir en la calle un problema social que trataban de silenciar desde arriba. Tampoco parecía gustarles el hecho de ver cómo, además, el vecindario denunciaba de forma explícita la responsabilidad directa del sistema institucional en la proliferación del racismo y la complicidad del poder político-policial con las bandas paramilitares fascistas.
Los rapados racistas tampoco se quedaron de brazos cruzados y centraron su actividad en protagonizar más agresiones a inmigrantes. Hicieron pintadas amenazantes en casas de antifascistas del barrio y repitieron nuevos ataques contra la churrería de Máxime, aunque empezaban a medir sus movimientos y el hecho de saber sus datos personales publicados les generaba evidente intranquilidad. Prueba de ello fue que algunos de los fascistas más jóvenes empezaron a tomar como costumbre no volver a sus casas sin la escolta de otros de mayor edad y tamaño. La Coordinadora seguía recopilando y denunciando todas estas nuevas agresiones fascistas, así como tampoco hacía asco alguno a las informaciones interesantes que los vecinos, estudiantes y simpatizantes del barrio le iban transmitiendo.
El acoso personal a los que firmaban sus acciones como -KRIPO Las Fuentes- continuó en forma de pintadas de denuncia y mensajes acusatorios, en sus casas y centros de estudio o trabajo. Se llegó a contactar telefónicamente con algunos de sus padres para explicarles las aficiones políticas violentas de sus hijos y las consecuencias que estas podrían acarrearles, exigiéndoles implicación en disuadirlos de su actitud, unas veces en un tono más vehemente que en otras. También se llegaron a hacer varios avisos en persona a parte de estos rapados, después de los cuales ya no se volverían a repetir pintadas en casas de antifascistas. Algunos de estos fascistas llegarían hasta a cambiar su estética, temerosos al sentirse tan vigilados como vulnerables. Otros se vieron abocados a adoptar una especie de semiclandestinidad social ante el negro futuro que les auguraban los antifascistas en caso de no cambiar sus hábitos y prácticas racistas, cosa que acabarían haciendo algunos de ellos, al menos en apariencia. Hacerles sentir la misma persecución social con la que ellos trataban de someter a sus víctimas fue la mejor forma de que comprendieran que el sabor de su propia medicina no era tan agradable cuando la cucharilla la agarraban otr@s y eran ellos los que la bebían.
La Asociación de Vecinos, ausente y huidiza del conflicto hasta entonces, convocó, tras otro de los ataques a la churrería, su única acción pública en defensa de Máxime. En un ambiente pesimista y apoyada por oportunistas políticos de izquierda institucional, realizó una concentración de apoyo a la que no acudieron ni veinte personas. Nadie comentó nada, en un discurso vacío de implicación, acerca del acoso policial y de las agresiones continuadas por parte de las diversas policías a la respuesta ciudadana contra el racismo en el barrio. Nadie exigió allí el fin de la sospechosa impunidad de los atacantes a Maxime y su negocio, pese a que todo el mundo sabía de sobra quienes eran. A la Asociación de Vecinos, fuertemente subvencionada por el Ayuntamiento, tampoco parecía hacerle mucha gracia ver cómo los vecinos concienciados se organizaban al margen de su control. Pero fue la actitud pasiva que había demostrado hasta entonces, la que hizo que perdiera todo tipo de credibilidad y apoyo entre los vecinos y agredidos, que le dieron la espalda en esta tímida y tardía respuesta a los ataques contra Máxime.
Cerca del clásico 20 de Noviembre de 2001, empieza a gestarse la Enrestida Antifa 02. El superhéroe de los comic de Marvel, Estrella Plateada, toma el relevo estético de la primera campaña de diseño manga y comienza a dejarse ver por las paredes del barrio. En esta ocasión la ofensiva no se focaliza tanto en Las Fuentes, extendiéndose en mayor medida por el resto de Zaragoza. Se editan una buena tirada de carteles y adhesivos, así como unas camisetas que ayudarán a financiar la campaña. Los lemas: “Choben: responde a la agresiones faxistas. Organiza-te, luita y… estricalla!” y “Stop Razismo. Aragón Mestizo”, se utilizarán como banderas de este nuevo curso. La estrategia seguirá siendo la misma que el año anterior, aunque superará a su predecesora en cuanto al endurecimiento del acoso personal a los fascistas más implicados del barrio. En un año había quedado claro que esta mágica combinación de acción vecinal y acción directa se traducía en resultados positivos a corto plazo. El panorama había mejorado bastante. Los fascistas seguían teniendo presencia en forma de acciones y agresiones cobardes aunque ya no se reunían en público tan alegremente como antes, conscientes ya de que la impunidad de la que habían disfrutado hasta entonces había pasado a la historia. Ahora les tocaba a ellos cuidar su espalda. Pero todavía quedaba mucho por hacer. Mientras, la presión sobre la farmacia y la tienda tapadera de venta de material y parafernalia fascista no se rebajaba ni un ápice.
Por desgracia para Máxime y su familia, también siguieron produciéndose ataques y amenazas fascistas contra su negocio. Entre estos cabe destacar la carta amenazante que llegó a la churrería con matasellos de Correos de Valladolid, lo que evidenciaba las conexiones organizativas de estos fascistas, al menos, fuera de Zaragoza. Ante la pasividad policial, la familia ya empezaba a cansarse de aguantar. Tenían miedo. Se sentían desprotegidos y valoraban la idea de cerrar su negocio y marcharse de Zaragoza en busca de una vida más tranquila, tal y como hicieron un año más tarde. La respuesta vecinal a estos nuevos ataques se tradujo en una nueva acción de apoyo al churrero y en otra nueva oportunidad para gritar contra el racismo y sus aliados institucionales.
La tarde del viernes 14 de Junio de 2002 se convocó a las vecinas en la Plaza de las Aguadoras, a la entrada de Las Fuentes, para una ruidosa, aunque pacífica, cacerolada. Uno de sus objetivos era cubrir el mismo recorrido de las anteriores citas con final en la calle Doctor Iranzo. Pero esto no se conseguiría ya que, al igual que sucedió en el resto de las convocatorias públicas de la Coordinadora, la protesta fue interrumpida por otro nuevo ataque policial. Aunque en esta ocasión sus consecuencias fueron nefastas para la organización vecinal ya que tres de sus activistas fueron detenidos y acusados de atentado contra la Autoridad basándose en una colección de colosales mentiras. Estos hechos darían origen a un proceso judicial histórico en falacias, debido al descarado montaje de testigos falsos y testimonios torticeros que utilizó la acusación policial en alegre conchaveo con la Fiscalía. Fue el dañino saldo represivo de la emboscada que la Policía Municipal de Zaragoza preparó, alevosa y premeditadamente, contra la cacerolada festiva y popular, de acuerdo con su estrategia de presión y acoso hacia todas las muestras de solidaridad antirracistas en el barrio. Estrategia que, sin duda alguna, fue dirigida desde la Comisaría de Las Fuentes.
El pasacalles reivindicativo había recorrido una parte de su itinerario sin incidentes. Una patrulla de la Policía Nacional encargada de vigilar el acto permanecía en las inmediaciones, aunque sin identificar ni molestar a los manifestantes. Cuando todo invitaba a pensar en una tarde tranquila y sin incidentes, dos policías locales entraron agresivamente en medio de la cacerolada con la excusa de capturar a un militante que poco antes había tachado una pintada racista con spray. No consiguieron una respuesta violenta por parte de los vecinos, ya que éstos se limitaron a intentar evitar, sin mediar agresión alguna, que los policías se llevaran injustamente a su compañero. Fue entonces cuando un numeroso operativo de uniformados del mismo cuerpo cargó indiscriminadamente contra el resto del pasacalles, una vez tomadas estratégicamente todas las calles adyacentes al recorrido. Todo esto, ante la sorpresa de la patrulla de Policía Nacional, que en ningún momento vio motivo alguno para intervenir, algo que reconocieron a los detenidos una vez que éstos les fueron entregados por la Policía Local, a la que transmitieron su malestar por la injustificada intervención y por su intromisión en un acto para cuyas funciones de vigilancia no habían sido requeridos. El inesperado e injusto ataque provocó una desbandada de los vecinos que dio origen a persecuciones policiales por las calles cercanas, en una de las cuales, uno de los vecinos detenido sufrió un intento de atropello por parte de uno de los coches de municipales que acechaban la retirada de los vecinos. Posteriormente fue detenido junto con otros dos antifascistas, muy lejos del lugar donde después dijeron los policías que habían sido agredidos por estos vecinos. Fueron amenazados e insultados utilizando jerga fascista (“guarros…”) mientras sus represores presumían de que todo había sido planeado para cazar a la gente que se movía contra el racismo en el barrio (“…ya te teníamos ganas, íbamos a por ti…”). De hecho, al poco tiempo el montaje fue presentado en un boletín de la sección policial del sindicato amarillo UGT como una heroica fábula en la que tres policías se enfrentaban a una peligrosa banda armada de encapuchados violentos que destrozaban el mobiliario urbano. En esta ridícula narración, no sólo salían vencedores de la batalla, sino que además detenían a porrazo limpio a “tres de esos bastardos”, como se atrevieron a calificar a los vecinos solidarios. Imposible faltar más a la verdad, puesto que no se destrozó absolutamente nada y ningún agente local fue herido por parte de los manifestantes. Tan sólo alguno de ellos presentó en el parte médico pequeños rasguños propios del forcejeo inicial. No existía prueba alguna de estas acusaciones, sólo el testimonio policial, que contrastaba con los de los numerosos testigos, que contradecían totalmente al primero. Medios de comunicación como El Periódico de Aragón y algunas radios oficialistas, reprodujeron el falso relato policial al dedillo, aunque tampoco aportaron pruebas que lo sustentaran. No se molestaron en contrastarlo en absoluto, ya que, de haberlo hecho, hubieran comprobado que no había ningún destrozo ni en el mobiliario urbano ni en ninguna entidad privada. Tampoco les hubiese costado mucho encontrar la verdad entre los numerosos vecinos que presenciaron los hechos, cuya versión distaba mucho de la que estos voceros del poder habían difundido. El Heraldo de Aragón publicó la versión oficial y una pequeña parte del comunicado de la Coordinadora, pero posteriormente hizo lo mismo con los nombres y apellidos de los detenidos antes de haberse hecho pública la sentencia, lo que dejó a estos en una situación de clara indefensión. Esta información provocó que uno de estos procesados perdiera su empleo. Hasta ese día ningún detenido por actos racistas había recibido el mismo trato por parte de este periódico.
Lo que sí quedó definitivamente probado aquella tarde de junio fue la oscura pero evidente conexión entre los racistas y una parte de la policía local de la Comisaría de Las Fuentes. Algo que sucedía no sólo en este barrio, ya que por aquellos años, agresiones racistas contra inmigrantes y contra quienes les apoyaban eran protagonizadas por agentes de este cuerpo con demasiada frecuencia en toda Zaragoza. En esta macabra lista podrían incluirse algunos sonados casos como la brutal agresión a unas gitanas, que llegó a generar un encierro-ayuno de protesta en el barrio Oliver, el injusto y agresivo decomiso de género a unos vendedores ambulantes y la posterior agresión a los ciudadanos que salieron en su defensa en la calle Don Jaime I y otras muchas agresiones a inmigrantes, la mayoría de las cuales no salieron en los medios ya que no llegaban siquiera a ser denunciadas debido a la situación de ilegalidad en la que vivían sus víctimas. La dinámica de estos matones terminó convirtiéndose en un mafioso negocio para ellos, el cual consistía en atacar, detener y denunciar por atentado a la gente que previamente agredían, de forma que los agredidos terminaban siendo condenados y acababan pagando cuantiosas indemnizaciones a sus agresores para evitar su entrada en prisión. Todo esto gracias a la complicidad mediática y a la total falta de rigor de los juzgados, que firmaban sentencias torticeras apoyadas en argumentos sin pruebas que en la mayoría de los casos resultaban ser un insulto a la inteligencia común. La continuada impunidad judicial de la que disfrutaban, una y otra vez, estos agresores, hizo que acabaran creyéndose totalmente inmunes ante la justicia, la que mediante estas y otras muchas sentencias prevaricadoras parecía dar carta blanca a los corruptos agentes para seguir perpetrando ataques, que terminarían generalizándose contra cualquier ciudadano o ciudadana que cuestionara mínimamente el desempeño de estas “tareas” policiales… Fueron tantos los escándalos violentos protagonizados por la Policía Municipal de Zaragoza aquellos años, con más de doscientos casos entre agresiones, detenciones ilegales y falsificación de atestados, que se llegó a crear una plataforma ciudadana contra sus abusos y hasta la revista de tirada estatal Interviú (24 de Marzo de 2003) publicó un reportaje de investigación al respecto en uno de sus números. Por aquel entonces la sensación general entre las y los numerosos agredidos de toda la ciudad era que no quedaban ya vías jurídicas ni administrativas que pudiesen detener este peligroso proceso de generalización de la impunidad de este cuerpo armado en la ciudad.
El día 2 de Abril de 2003 se juzgó a los tres vecinos, en un proceso con tintes teatrales que acabó bendiciendo el premeditado ataque policial. La sentencia dictó un año de prisión para cada uno de ellos y cuantiosas multas en pago por unas lesiones y unos desperfectos materiales que nunca causaron. Ninguno de los policías supuestamente agredidos de los que acudieron como testigos al juicio había participado en las detenciones de los manifestantes, a los que no acertaron ni a describir. Ni siquiera habían estado aquel día, lo que explicaba las numerosas y escandalosas contradicciones en las que entraron en todo momento. Anteriormente, había quedado sobradamente probado ante el Juzgado de Guardia que las detenciones se habían producido sin resistencia alguna, puesto que los detenidos no presentaron aquel día ante los servicios médicos de éste ni un solo rasguño, como quedó reflejado en el parte sanitario. Según los policías, habían sido detenidos a porrazos mientras soltaban golpes contra los agentes, algo que no se plasmaba en el parte médico de éstos y que contradijeron radicalmente los numerosos testigos de los hechos, quienes avalaron la ausencia total de violencia en todo momento de los vecinos procesados. También aseguraron que las detenciones se habían producido en sitios muy alejados de la supuesta agresión y en términos muy diferentes a los que esgrimió la acusación policial. Éstas y otras muchas contradicciones a la versión acusadora fueron obviadas en la resolución judicial, que se limitó a recoger las increíbles fabulaciones policiales, ignorando la total falta de pruebas que las sustentasen y los numerosos testimonios que las negaban. La sentencia, acompañada por la fantasiosa reproducción de los hechos, fue publicada de nuevo en los medios de comunicación oficialistas e incluso algunos, como Heraldo de Aragón, se adelantaron al Juzgado y la hicieron pública antes de haber sido dictada por éste.
Los vecinos, como única forma de dejar clara su inocencia y denunciar la situación de connivencia entre fascistas y policías, estuvieron barajando la posibilidad de negarse a pagar la multa que les libraría de prisión, ya que ninguno tenía otras condenas pendientes. La organización inició en solidaridad con los condenados una campaña de apoyo que fue bautizada con la frase “De entre todas-toz aturemos a represión”. Se repartieron huchas de apoyo por distintos bares y centros sociales de la ciudad, se hizo público un número de cuenta solidario, así como también se realizaron diversos conciertos y vermús benéficos para esta causa. Al final todos estos actos conseguirían recaudar el montante total de las multas e indemnizaciones que evitarían la entrada en prisión de los tres antifascistas.
Coincidiendo con la publicación de la sentencia condenatoria de los vecinos que les apoyaban, Máxime Valmorín y su familia anunciaron el cierre de la churrería y su despedida de la ciudad. Habían sufrido nuevas amenazas en ese espacio de tiempo y decidieron tirar la toalla. Las autoridades y la Asociación de Vecinos se lanzaron entonces a pedir protección policial para Máxime y su familia, rasgándose las vestiduras porque algo así pudiera ocurrir, como si todos los actos de apoyo al churrero y la constante tarea previa de denuncia de la Coordinadora Vecinal contra el Racismo no hubiesen existido nunca. Todos los datos recopilados por esta salían entonces a la luz en boca de quienes los habían rechazado hasta entonces “como si de una patata caliente se tratase”. Las mismas policías que habían desempeñado la brutal campaña de acoso a la respuesta vecinal en apoyo al churrero se erigían ahora en protectores de este. Paradójicamente, siguieron permitiendo las pintadas en su negocio, pese a que Máxime ya había anunciado, tiempo antes, su marcha de la ciudad en caso de que éstas siguieran produciéndose. Además, la Policía Local siguió acosando a los vecinos antirracistas durante el proceso y una vez condenados.
Para entonces, el fascismo organizado en el barrio daba ya sus últimos coletazos. Máxime cerró definitivamente la persiana de su negocio pero la tienda paramilitar de la calle Doctor Iranzo “Urban” tuvo que hacer lo propio tiempo antes, una vez desenmascarada públicamente su verdadera actividad y después de haber sufrido un boicot y un acoso continuado por parte de los antifascistas.
El nombre de Miguel Ángel Artal Lerín ya no volvería a aparecer en las papeletas de Democracia Nacional en posteriores elecciones. El farmacéutico, pese a que a día de hoy sigue sin vender anticonceptivos en sus establecimientos, hizo correr la voz de que se había desvinculado del partido fascista, algo que, pese a no haber sido confirmado con absoluta certeza, no sorprendió a nadie. Por todos es sabido que la principal motivación que mueve a estos personajes a la hora de hacer política es el dinero y tan solo a base de patriotismo no terminó de asumir que él y sus negocios estuviesen en el punto de mira. De hecho, la organización fascista Democracia Nacional dejó de tener presencia física en la ciudad y ya no volvería a presentar candidaturas municipales en Zaragoza, cerrando su sede en la calle San Miguel. El farmacéutico, en un claro intento de lavar su imagen y la de su negocio, se lanzó a patrocinar a equipos de fútbol-sala de la liga de la Asociación de Vecinos. Poco después, abriría una ortopedia justo enfrente de la farmacia, a la que dotaría también de sofisticadas medidas de seguridad.
Parte de los fascistas más conocidos acabaron abandonando el barrio y los que se quedaron desaparecieron públicamente de sus calles. Algunos llegaron a contactar con familiares de condenados en los distintos pasacalles para pedir el cese de las hostilidades en tono claudicante. Paulatinamente, dejaron de aparecer pintadas y de producirse agresiones, salvó contadas excepciones que dibujaban en Las Fuentes un panorama similar al del resto de la ciudad, dejando de señalarlo como un criadero de elementos racistas. Las organizaciones neonazis Blood&Honour, KRIPO y MSR (Movimiento Social Republicano) seguirían movilizándose en el resto de la ciudad, pero dejaron de tener en esta popular barriada un tumor desde el cual extender su metástasis racista. El “poder blanco” acabó tiñendo del mismo color su bandera de guerra en la batalla por Las Fuentes.
Por ello, la Enrestida Antifa 03, con Bruce Lee llamando a la agitación antifascista, con el lema “ A luita ye l’unico camin. Contra o faxismo, rispuesta popular organizada” en sus carteles, comenzó a partir de entonces a dar a esta zona un tratamiento propagandístico y de agitación similar al del resto de los barrios zaragozanos y diseñó su nueva estrategia centrando su espacio de lucha en los nuevos focos fascistas que surgían en la ciudad, como el local de los neonazis de Alternativa Joven MSR de la calle Madre Sacramento, que funcionaba tras los subterfugios legales de asociaciones culturales como “18 de Noviembre” o “Iberia Verde”. Estas enrestidas antifascistas seguirían presentes en las calles de Zaragoza hasta el año 2005. “As carreras son nuestras! Dengún faxista en os nuestros bicos“ sería el grito de guerra de la “Enrestida Antifa 04/05” y Black Caesar, un héroe del Blackxplotation – fenómeno creativo afroamericano de los años 70-, el último en incitar a los y las antifascistas de los barrios a organizarse a través de estas campañas.
La Coordinadora Vecinal contra el Racismo-Las Fuentes decidió disolverse en Octubre de 2003, invitando al vecindario a permanecer alerta para seguir combatiendo cualquier nuevo atisbo de racismo en el barrio. Las conclusiones dejaron claras las conexiones entre ciertos sectores del poder político institucional, los diversos cuerpos policiales y el fascismo organizado zaragozano.
Pero de esas conclusiones sacamos otra lectura y es que combatiendo el fascismo a conciencia, día a día y sin descanso, podemos detener sus avances. Frenar su brote en el barrio de Las Fuentes supuso para mucha gente un enorme sacrificio personal en forma de implicación y militancia, muchas veces desempeñada de forma arriesgada. La mayor parte de este trabajo tuvo como escenarios la calle y la noche, y en no pocas ocasiones, los militantes ponían en peligro su propia integridad física, sufriendo un “extra” de presión los antifascistas del barrio cuyos domicilios eran conocidos por los nazis y por la policía y que aun así, siguieron participando activamente en la lucha. Por no hablar del trágico balance represivo que otorgó esta batalla, con cuatro condenados e innumerables multas administrativas contra la respuesta antirracista y ni un solo movimiento policial ni judicial contra los agresores de Máxime. No obstante, todo esto mereció la pena y estas experiencias servirían de modelo para seguir trabajando en el futuro.
Militantes de la Coordinadora Vecinal contra el Racismo-Las Fuentes y de Enrestida Antifa- Estricalla.