EL MATUTE
El Matute era el nombre con el que se conocía popularmente al colegio Santo Domingo de Silos, en el barrio de Las Fuentes. Perteneciente al Arzobispado de ZGZ , en aquel momento estaba considerado como uno de los más grandes de Europa en cuanto al número de alumnos que en él cursaban sus estudios. La dirección del colegio estaba en manos de un cura: Julián Matute, cura castrense, canónigo del Pilar; un tipo con un talante bastante dictatorial.
Manolo Pérez que entonces cursaba 3º de BUP, cuenta como varios alumnos, con el apoyo de numerosas organizaciones de la ciudad plantearon la necesidad de introducir cambios profundos en el sistema de funcionamiento del colegio.
“Matute era un cura que tanto en el fondo como en las formas mantenía actitudes significativamente autoritarias. Ideológicamente se le podría considerar como representante de la ultraderecha más recalcitrante”.
Manolo cuenta como en el año 79, diversos colectivos sociales, sindicatos de profesores, la EVA, que era la Escuela de Verano de Aragón,… organizaron una campaña en pro de una educación laica. Como parte de la campaña se convocó una manifestación. “Recuerdo que unos cuantos alumnos del colegio fuimos a esa manifestación. Fuimos con unas pancartas. El director, el Matute, que tenía parte de la familia currando en el colegio, mandó a varios de sus miembros para sacar fotos de la gente que habíamos participado en la mani”.
A raíz de aquella protesta, varios compañeros y compañeras plantearon hacer una huelga. “Pedíamos por ejemplo cosas como la coeducación, que hubiera unas instalaciones adecuadas a la capacidad del colegio, había solo un laboratorio y estaba muy mal dotado. También la participación en las Juntas de Evaluación a través de representantes elegidos por el alumnado, un claustro paritario… Un poco la democratización del colegio”. La Asociación de Padres, afín a la dirección, consiguió callarles un poco la boca prometiendo que se iban a cumplir algunas de las cosas que pedían “Se desconvoca la huelga y a final de curso 20 alumnas y alumnos estábamos fichados por la huelga y la manifestación aquella, entonces la dirección mandó una nota a los padres diciendo que sus hijas e hijos se podrían matricular para el curso siguiente siempre y cuando no participaran en revueltas y en caso de que eso se produjese, estuviésemos a la altura del curso que estuviésemos, la expulsión sería inmediata”.
“A estos tres, ni por Santo Domingo de Silos los matriculamos”. “Fue lo que el Matute le dijo a mi madre refiriéndose a Manolo Hernando, a Amparo Bella y a mí”
Al año siguiente los tres cambiaron de Instituto. A raíz de lo de la manifestación y las cartas que mandaron a los alumnos que no querían que se matriculasen si no cumplían con el ideario del centro, hubo movimiento en la ciudad por parte de colectivos, partidos y sindicatos. Manolo recuerda que en algunos de esos manifiestos que se firmaron había mas de sesenta organizaciones pidiendo que en el colegio se diera una trasformación y que el Matute no siguiera con aquel feudo en el barrio de Las Fuentes. “Para que te hagas una idea, por ejemplo, había otro colegio, un colegio municipal y el Matute , pero este hombre tenía un gran control sobre el barrio, era el único de Zaragoza donde no había un cine, no lo permitía porque tenía un cine dentro del colegio, frases famosas de este tipo por ejemplo era la que decía que prefería un ladrillo a un niño, porque los niños se iban y el ladrillo siempre quedaba”.
Todo ese movimiento culminó en un encierro en el Arzobispado de Zaragoza, alrededor de sesenta personas entre alumnos, asociaciones de vecinos, colectivos, movimientos de cristianos de base y partidos políticos.
Coincidió el encierro con la celebración en las mismas fechas de un Congreso Mariano, de estudio de la Virgen, en Zaragoza. Obispos y cardenales de todo el mundo estaban en el Congreso Internacional y había prensa extranjera cubriendo los actos. Por este motivo Manolo piensa que permanecieron allí tanto tiempo, porque si entraba la policía para desalojar se iba a montar mucho follón y podría tener repercusión en los medios no solo nacionales sino también en los internacionales.
“Aun así la policía estaba continuamente custodiando aquello. Un núcleo de personas aguantamos todo un mes, algunos solo salíamos una vez a la semana a casa para ducharnos y volvíamos otra vez allí y había gente que iba entrando y saliendo. Por la noche salíamos a hacer pintadas por la puerta de atrás del Arzobispado, por el Paseo Echegaray, porque la secreta solía estar en la Plaza de La Seo. Estando encerrados hubo varias manifestaciones que se convocaron desde dentro, la que nos detuvieron fue la última, pero hubo otras. Recuerdo una en la que cuando volvíamos al Arzobispado empezaron a cargar con especial ensañamiento los antidisturbios, los de Logroño, famosos por las hostias que daban. Había una obra al lado del Arzobispado y colocamos unos maderos en las verjas, unas de estas que acaban en pincho, para poder acceder a una ventana y entrar al sitio donde estábamos encerrados. Hubo una de estas cargas importantes con gases, el Puente de Piedra no se veía, todo era humo, llegaron los antidisturbios por donde nosotros entrábamos, a mi me cogieron del pie, pero me pude soltar y la gente increpándoles desde dentro ¡ aquí no vais a poder entrar!”
Además de continuas movilizaciones, los encerrados tuvieron varias conversaciones con Elías Yanes que era Arzobispo de Zaragoza en ese momento, el cual les pedía con buenas palabras que se marcharan.
El día que iban a salir se convocó una gran manifestación que partió desde la Plaza del Pilar y a la que acudió bastante gente. Una vez finalizada la manifestación detuvieron a cuatro, entre ellos a Manolo.”Un grupo había lanzado piedras contra una sucursal bancaria en Miguel Servet. Nosotros regresábamos al barrio y a la altura de la Plaza San Miguel nos pillaron a nosotros”.
“Al día siguiente nos subieron a Torrero sin pasar por el juez, ninguno habíamos estado en prisión. Luis y yo menores de edad, Rafa, y Azucena, que fue la que peor lo pasó, porque estuvo en la parte de las mujeres sola”.
Recuerda como estaban en una celda de 3×2, con tres literas y en compañía de dos carteristas que habían llegado a las fiestas del Pilar desde Madrid y con otro chico de 16 años.
“Nos dijeron al día siguiente ¿queréis estirar un poco las piernas? Nos sacaron a fregar al comedor de la prisión, porque a continuación se hacía la Misa del día del Pilar. Cuando acabamos nos dijeron, con recochineo, si nos queríamos quedar a la Misa, por supuesto contestamos que no”.
“Al tercer día ya podíamos salir al patio, aunque nos daba mucho miedo, había gente del barrio que nos tranquilizaba, nos llamaban los pitufos, tuvimos que estar cinco días porque eran fiestas y nuestras familias no habían llegado a tiempo para depositar la fianza”.
“Dentro de esta movida, apoyándola, estaba un grupo de curas obreros que había en el barrio del Picarral, en la Parroquia de Santa Ana. Creo recordar que algunos de ellos, sino todos, curraban en la Balay y del sueldo que cobraban hacían una especie de “caja de resistencia”. Nos pedían 250.000 pesetas de fianza para poder salir en libertad provisional y éstos fueron los que pusieron la pasta, de aquel fondo de resistencia. También en aquellos días hubo un recital de Labordeta en La Romareda y parte de la recaudación fue destinada a apoyar”.
Fue un toque de atención al colegio, lo que consiguió este movimiento fue visualizar la situación que había allí y que, en aquellos años de transición y saliendo ya del franquismo, tenía que acabar. Llegaron a hacer algo pionero en la ciudad y camuflaron junto a profesores, críticos con la dirección, un cineclub, donde los sábados por la mañana proyectaban películas de algunos directores como Buñuel.
“ Salimos de la cárcel y me fui junto con otros compañeros al Instituto de La Granja a estudiar. Cuando estábamos terminando COU nos llegó la citación para el juicio. Nos pedían a los dos menores multa y a Rafa y a Azucena cárcel. Nos acusaban de alteración del orden público, resistencia a la autoridad y de las roturas de las lunas de una entidad bancaria. Los abogados que nos llevaron la historia fueron Pascual Aguelo y Fernando Arregi, muy implicados en las luchas sociales y políticas de aquella época.”.
“ Salimos condenados pero hicimos una especie de pliego de descargos y quedó en suspenso la sentencia prescribiendo a los dos años.
El Matute continuó allí como director, yo creo que con más control del Arzobispado. En unos años tuvo una bajada importante porque era ya muy mayor”.
Manolo recuerda un movimiento muy potente para los momentos que se estaban viviendo. Se trataba de una situación muy sangrante, era un colegio al que asistían muchísimos alumnos y donde se estaba impartiendo una educación que podía marcar el futuro de muchas personas.
“Tengo recuerdos muy entrañables. Desde mi punto de vista lo más destacable es que fue un movimiento con una participación masiva en la ciudad, una participación de muchos colectivos. Nosotros, desde el principio, planteamos la denuncia de una situación que tenía que ver con lo pedagógico, con lo social y por supuesto con lo político. Creo que la mayoría de las personas que de una u otra forma participamos en esta historia lo hicimos desde nuestra condición de ciudadanos perjudicados por un sistema educativo, y todo lo que se” jugaba” en torno a él, que nunca, pero especialmente en aquel momento, ya no tenía razón de ser”.
Entrevista a Manolo Pérez por Rebeca