zgz rebelde

zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

DESDE EL TERCER MUNDO CON AMOR

Bajo el lema “Desde el Tercer Mundo, por el hambre en Nueva York” cuatro grupos zaragozanos celebraron en la noche del viernes un concierto en el Cine Venecia. Gastos Aparte, Parkinson, IV Reich y Más Birras consiguieron sacar de sus butacas a una parte de los asistentes, criticaron al alcalde y al Gobierno y al final, todos juntos en el escenario, entonaron una canción para interceder por los pobres de N. Y. Queda claro que el ambiente musical de la ciudad, tanto por infraestructura como por la falta de nuevos grupos, hace buena la primera parte del lema.

Llegaron con sus motos, sus vespas, sus mobilettes recortadas y sus tupés erizados al viejo Cine Venecia, en un rincón oscuro donde se acaba Torrero y el mundo. De la puerta del cine, la verja medio cerrada, salía fulgor, humo y renquear de guitarras. Como la portada de un disco.
Las entradas valían dos libras (200 pesetas, 1,20 euros) con derecho a una ámbar etiqueta roja. En el pequeño bar del vestíbulo se agolpaban desde algún heavy despistado hasta las modistas que cenan los viernes en Casa Emilio. ¡Más birras!

Más de la mitad de las butacas estaban vacías, en el escenario berreaban los guitarrones de “Gastos Aparte” y una chica en la versión amarilla de Superman cantaba dándose aire con un abanico. Las dos primeras filas de butacas han sido desmontadas para dejar sitio para bailar, pero nadie se anima todavía. En las últimas filas, fumándose el tiempo a caladas aromáticas, acampan los viejos rokeros incombustibles, aquellos que llevan las camperas saturadas de las muescas de los recitales. María Braun, nombre de guerra de la Superman amarilla, suda decibelios en su capucha de gasa cerrada con gafas de sol:
– “Yo no me corto ni con un serrucho.”

Mientras el grupo Parkinson se afila las garras, la gente lía sus canutos, empina las cervezas y otea por entre el cresterío a ver si cae algo. A tres puertas del Cine Venecia hay una juerga familiar de puertas abiertas. El Bar Munich permanece en penumbra, cuatro matrimonios recién cenados acometen temas de la canción española. ¿También es por los pobres de Nueva York? No, sólo es por matar el rato. Los pelotazos son regalados, ventajas de la periferia.

Parkinson está rugiendo ya en el escenario, entre canción y canción, consignas por la huelga general y contra la reforma de la ese-ese. También: “esta canción está dedicada a un compañero que ayer fue perseguido a tiros por la policía”. Los rockabilis aguardan su turno con las botas sobre el respaldo de la butaca anterior, hay algún aristócrata esnifando con su chica de perfil pulimentado y nostálgicos intérpretes que treparon a un escenario, tal vez a este mismo, en los fenecidos 60, ay.

Antes de la última canción, uno de los organizadores del concierto “Desde el Tercer Mundo, por el hambre en Nueva York”, sube al escenario a explicar las causas de tan noble empresa. “Pensamos que sería una buena idea ayudar a los pobres de la metrópoli, y al día siguiente nos enteramos que en Estados Unidos existen veinte millones de pobres, así que decidimos organizar este concierto, os agradecemos mucho vuestra asistencia y vuestra participación en tan noble ideal. Ah, también quiero deciros que hemos estado toda la tarde desmontando esas filas de butacas, y ahora os quedáis ahí detrás pasando de todo”.

Una chica se asoma desde el parapeto de las butacas puestas al revés y grita al público: “¡Ruinas, que sois unos ruinas!”. En ese momento, a una carrera de taxi, Saxon está acabando su recital y el homenaje a la Pilara está a punto de comenzar en el Pabellón Francés. El público del Cine Venecia se va caldeando. A pesar del anuncio de que no se fume en el patio de butacas, el humo va adquiriendo la consistencia del algodón y lo pobres de Nueva York deben de estar sumamente contentos de que alguien se acuerde de ellos.
IV Reich ha enchufado ya su guitarra y está a punto para comenzar, pero ante el desolador aspecto de la sala casi vacía, se retrasan un poco a ver si la gente se decide a entrar. El batería se ha quitado ya su chaquetilla de raso azul eléctrico y aporrea como un poseso todo lo que tiene a mano, la chica espera colgada de la guitarra, el cantante, de rigurosa etiqueta vaquera, da tiempo a la afición.

Cuando IV Reich comience a atronar con sus temas indescifrables en la mejor tradición de la sexpistolería, las filas de las que se han sacado las butacas se llenarán de furiosos bailarines: “Bueno, si no hay más gente es igual, empezamos”. El genuino modo de baile punk consiste en embestirse y empujarse de la manera más caótica e inofensiva posible, todo ello rociado con abundante cerveza a presión.

Claro que lo del Cine Venecia no es nada comparado con el ballet que se montó hace dos semanas con motivo del recital punk “Contra la mili en concierto” al que asistieron grupos de Madrid y Sanse. En la Casa de la Juventud del Arrabal el delicado ballet de estos chicos de pelos hirsutos y negra indumentaria fue fastuoso. Cincuenta personas embistiéndose como búfalos entre los bramidos ensordecedores de unos baffles de dos centavos. “Así quemamos adrenalina”, explicaba ese día uno de los organizadores, parafraseando, tal vez sin saberlo, las proclamas más típicas de Miguel Ríos.
Esa cara que masca chicle al ritmo frenético de la batería no le quita ojo a la chica de la guitarra. Entre canción y canción, el cantante de IV Reich pone tibio al alcalde Ramón “Por quitarnos dos casas de la juventud, luego quieren que no nos droguemos.”. Después interpretan, con gran acogida por parte del público, el tema “Sucio policía”, “Que están al servicio de los curas, los militares y el capital” y un momento después llama fascista al Gobierno socialista. Sin desperdicio, un recital lleno de contenidos mensajes y cervezas. El sonido compacto y fuerte de este grupo ha calentado al público, no sólo al del ballet. Una solterona en fase de reconversión vibra en la butaca a punto de lanzarse a la pelea.
Hacen varios bises contundentes y se retiran no sin antes dedicar la última canción “a un  compañero que antes tocaba con nosotros y ahora está muerto”, sin más explicaciones. Ha llegado la hora de los rocabilis, que ya estaban haciendo rugir los nudillos y sacudiéndose el polvo de las punteras de las botas repujadas. Suben al escenario con sus tufas torneadas y empiezan a probar las guitarras. Los antiguos Golden Zippers, grupo histórico de la ciudad, que ahora se llaman “Más Birras” (Más cervezas), presentan guitarra, bajo sin electrificar, batería y saxo.

La gente les calienta, dispuesta a no interrumpir la marcha brava  por un mero cambio de género: ¡Venga macarras, que sois unos macarras, empezad ya! Pero son claves conocidas, en el Cine Venecia se han reunido familias roqueras muy bien avenidas. Es tan poco lo que hay que no vale la pena reñir entre tribus. “Más Birras” suenan de maravilla, con un bajo sensacional, un saxo de infarto y una voz totalmente identificada con el género en que se han especializado.

La gente, la misma gente que antes se embestía, se deja mecer por el suave Rock-and-roll de estos vaqueros que han germinado en Zaragoza. El número final del concierto es de antología. Miembros de todos los grupos se suben al escenario acompañados por un sin fin de birmettes voluntarias y todos a la vez interpretan, a ritmo de ska y reggae, una canción larga y divertida a la salud de los pobres de Nueva York.

La conclusión es la misma de siempre, falta un local en donde haya conciertos todas las semanas, un local céntrico y que no sea cutre, en donde la música se oiga y no sea necesario montar y desmontar las butacas. Y la otra, que puede tener relación o no con la primera, es que faltan grupos alegres, divertidos y de calidad, que no se limiten a recrear estilos históricos de enciclopedia. Los pobres de Nueva York deben de estar muertos de risa.

Mariano Gistaín. Publicado en el periódico El Día, el domingo 23 de junio de 1985. Cultura, p. 42