COORDINADORA DE TORRERO-VENECIA-LA PAZ CONTRA EL TERCER CINTURÓN
Ilusión, asamblea e imaginación.
La Coordinadora nació en el umbral de la década de los noventa, como respuesta al proyecto oficial del Tercer Cinturón que “cruzaba” los Pinares de Venecia en los barrios de La Paz y Torrero. En principio, más que como respuesta argumentada, fue un no rotundo a lo que nosotros entendíamos como un auténtico atentado ecológico. El proyecto oficial se venía arrastrando desde 1943, algo verdaderamente inaudito, pues las necesidades de entonces no eran ni parecidas a las de 1990. Poco a poco nos fuimos introduciendo en mapas, caminos, posibles alternativas, mecanismos administrativos…. y también empezamos a conocer y a padecer el aparato político administrativo que nos ignoró, intentó ningunearnos y nos puso trabas desde el primer momento. Por aquel entonces “reinaban” en España los monarcas del PSOE, así mismo en Zaragoza donde el señor Triviño y sus huestes con algún que otro apellido ilustre como Piazuelo, García Nieto, Acacio Gómez, etc,…..”¡angelicos ellos!”, hacían y deshacían a su antojo. Claro que después, cuando subió al poder el PP las cosas empeoraron aún más. Por cierto que el PAR, el socio sempiterno de la mayoría de turno, estuvo a favor del cinturón siempre. De los partidos en el Ayuntamiento se salvan la IU y CHA, que apoyaron continuamente a la Coordinadora.
Las primeras reuniones se celebraban en la AVV de Torrero, cuyos compañeros habían logrado paralizar y modificar el proyecto inicial unos años atrás vía alegaciones (iba por la Cuarta Avenida y creo que afectaba al colegio del L´Estonac). Transcurridos varios meses se decidió reunirse en la sede de la asociación de Venecia, en la calle Granada.
Los integrantes de esas reuniones fuimos vecinos de todo el barrio de Torrero e incluso algún que otro militante ecologista. Aunque las tres asociaciones históricas del barrio (Venecia, Torrero y La Paz) estábamos presentes, se decidió que nos constituíamos en una Coordinadora de carácter asambleario y abierta por tanto a todos aquellos que estuvieran interesados en el asunto, aunque es verdad que hubo diferentes criterios y que, en la práctica, los trámites burocráticos al comienzo se formulaban en nombre de alguna de las tres asociaciones o de las tres a la vez -por ejemplo convocatorias de manifestaciones, de actos públicos de protesta, de asambleas, etc. Lo divertido del asunto es que con el paso del tiempo, o no pedíamos permiso o lo solicitábamos en nombre de la Coordinadora; la administración, pues, reconocía de facto una organización completamente alegal pues no estábamos inscritos en ningún registro municipal ni de la Delegación de Gobierno. Es cierto eso de que “para conseguir algo hay que ganárselo”.
Se acordó que nadie ostentaría título representativo oficial, tal como “presidente”, muy del agrado de los medios pues siempre buscan una cabeza, una cara, a todo movimiento: aquél que hablara en nombre de la Coordinadora lo haría como mero portavoz ocasional y exclusivamente como “miembro” de ella, sin más. No existía jerarquía ni cargos de ningún tipo. Cada uno, en las reuniones-asambleas, se comprometía libremente a la tarea que quisiera responsabilizarse dentro del plan organizado puntualmente, tal como asambleas, reuniones con políticos, hablar en entrevistas, etc. Yo creo que esta manera de organizarse se corresponde con el modo libertario de toda la vida, “lo que decida la asamblea”, aunque, y esto es lo chocante, pocos integrantes de la Coordinadora profesáramos en nuestro proceder cotidiano con esa manera de pensar y organizarse, al menos conscientemente. Allí nos juntamos personas de todas las edades y de variadas tendencias, por supuesto de la izquierda social, incluidos los cristianos (en la AVV de Torrero eran la tendencia mayoritaria).
Desde un punto de vista personal y siendo lo más objetivo posible, cuestión contradictoria pues habla el sujeto y por lo tanto es subjetivo, yo siempre he visto a la Coordinadora como una organización de círculos concéntricos. Me explicaré: el primer círculo, el núcleo duro por así decirlo, lo componíamos varias personas que con el paso del tiempo fuimos fluctuando en número, una media podría ser de diez a veinte elementos que nos veíamos todos los miércoles del año y que decidíamos qué hacer, éramos los encargados de “dar la cara” públicamente, de transmitir a los demás lo acordado para acciones y actos, de administrar la organización… Las tres asociaciones siempre tenían gente en ese círculo y proponían a la Coordinadora cuestiones que previamente se habían hablado en las respectivas asociaciones, al menos así actuó la Paz. Un segundo círculo, mucho más amplio en cuanto al número, estaba compuesto por gentes dispuestas a colaborar en lo que fuera menester, desde llevar la barra de un bar, montar un campamento, pegar carteles o transmitir a otros colectivos de la ciudad lo que llevábamos intención de hacer. Un tercero que respondía en la calle apoyando la reivindicación o la protesta, el más numeroso, lo componían mayoritariamente gentes del barrio. Dado el carácter de movimiento, más que de una organización al uso, siempre había personas que por su trabajo en determinados campos de la administración u otros se comprometían espontáneamente en algún aspecto necesario, sea informativo o procedimental. Por último aparecía gente que funcionaba como un muelle, que “hacían el muelle” decíamos, pues venían y después desaparecían una temporada -normal pues fueron muchos años de permanente tensión- y los había que “cogían rebotes” y también se esfumaban por un tiempo.
La dinámica asamblearia, pese a las críticas que vierten muchos contra ella, he de decir que es mucho más rica en contenido, más dialéctica, más pasional, más participativa y activa…. y muy dura. Era fundamental que todo el mundo estuviera plenamente enterado de lo que íbamos a tratar y decidir, por lo que debíamos repetir los planteamientos varias veces a las personas que se quedaban descolgadas por no haber podido asistir a alguna asamblea.
Las decisiones las tomábamos por unanimidad, si alguien no lo veía claro, además de opinar al respecto, todo lo más que hacía era inhibirse, pero esto último era rarísimo. Nunca se vetó acto alguno.
A la hora de representar al colectivo no todos estaban dispuestos a pasar el “mal trago” de una entrevista o de una intervención en público; para estas ocasiones, siempre de un modo voluntario, se podía contar con un reducido número de compañeros, no cito nombres por no dejarme a nadie, pero calculo que a lo largo de la dilatada existencia de la Coordinadora seríamos de diez a quince y habitualmente cuatro ó cinco como mucho. Es de resaltar el miedo escénico que teníamos al principio. Cuando te ponían un micrófono y tenías que hablar en público, radio o televisión, nos invadía un nerviosismo tremendo, aunque conseguimos elaborar un discurso claro, contundente y respetuoso. Fue una experiencia muy positiva en relación con la superación personal y un esfuerzo por dos motivos, uno preparar lo que ibas a decir y dos, no dejarte arrastrar por la egolatría que produce el que te pregunten, te sientes importante y debes realizar una permanente autocrítica al respecto, una necesaria reflexión de humildad. Un componente muy importante de la movida fueron los jóvenes, en todos los actos de protesta había un montón de ellos, también de críos que han ido creciendo con la semilla crítica en su interior y espero que, no tardando mucho, eso dé el fruto correspondiente. Estos chavales fueron los que encabezaban las manifestaciones portando las pancartas de cabecera, una manera de quitar importancia o trascendencia a los que los medios o las instituciones consideraban como “cabecillas” del movimiento.
La primera acción reivindicativa fue una acampada junto al cementerio, lugar actualmente ocupado por el cinturón, que constituyó un éxito de participación. A partir de aquí se fueron sucediendo actos de protesta de todo tipo a lo largo de doce, trece ó catorce años. Que recuerde, hubo varias manifestaciones, una de ella de más de dos mil participantes; una pozalada donde varios cientos de personas en fila india y haciendo circular los pozales llenos de agua del Canal, regábamos simbólicamente el Pinar; cacerolada en la plaza de las Canteras; varias bicicletadas; construcción de una tapia de ladrillo donde pegamos unas baldosas de cerámica, tipo Muel, con una frase alusiva al destrozo que causaría en el Pinar la construcción del cinturón; algo parecido al entierro de la sardina, para carnaval, consistió en una marcha por la noche por todo el barrio con varias “estaciones” donde parábamos y leíamos un comunicado concreto relativo a la escuela, bus, urbanismo, insumisos, etc; la pintada del “bosque encantado” en uno de los espacios del pinar que sería talado por el cinturón, llegamos a contactar con la esposa de Ibarrola, ya que él tenía una especie de “manía” (estos artistas, ya se sabe…) y no se ponía al teléfono, les invitamos a venir y a apadrinar el acto, pero no fue posible; la “andada” explicativa de nuestra alternativa; asamblea cuasi batasunera en el frontón del Stadium Venecia; pintadas en la calzada por donde iban a pasar los ciclistas de la vuelta a España en la cuesta “arranca pedos”; en fin no acabaría, hubo decenas de actos, quizá los dos más fuertes fueron la asamblea con los alcaldables, el año que salió la “soberana” de alcaldesa, en el antiguo cine Venecia y la acampada detrás del L’Estonac. De muchos de estos actos hay multitud de anécdotas dignas de mencionarlas en un libro que recoja esta movida. Conforme voy escribiendo me bullen en la cabeza y son tan importantes o más que los anteriores.
Otras acciones fueron una cartelada pidiendo a los vecinos que no votaran en una europeas a los tres partidos que estaban entonces a favor del cinturón, PSOE, PAR y PP; el contencioso administrativo, que nos costó en torno al medio millón de pesetas; participación estelar en tres plenos municipales; nos invitaron a las jornadas de ingenieros y arquitectos como ponentes y allí fuimos, explicando nuestro planteamiento entre ingenieros, biólogos, arquitectos y un doctor, master en no sé cuantas cosas y que era el invitado de honor, al lado del cual nos sentaron; participamos en las jornadas de municipalismo de IU, presentadas por el entonces concejal, Lalo Casanova, y donde primero expusimos la idea de subir agua del Canal al Pinar para jugar con ella y crear paisaje; organizamos dos años consecutivos unas jornadas sobre el medio ambiente urbano en el Pignatelli; comparecimos en las Cortes de Aragón con toda la pompa protocolaria y escénica de ese tipo de actos, allí estuvo el entonces diputado Iglesias; en colaboración con Ecofontaneros, el día de los Santos Inocentes colgamos un moñaco de cartón de más de tres metros con la cara de García Nieto (concejal de urbanismo) en la ¡fachada del Ayuntamiento!, que le sentó muy mal, pues mientras él estaba en el pleno gastando su inocentada, nosotros le hacíamos lo propio en sus mismas narices; la asamblea en el Pinar desde donde partimos con los primeros pinos que talaron hasta el Ayuntamiento, y allí los dejamos…
La dinámica que seguíamos para realizar tantos actos de protesta fue la de “reflexión-acción”, un buen trato a los medios de comunicación (también hubo fallos al respecto) y acudir a cuantas reuniones hiciera falta con todo tipo de cargos políticos, administrativos y de diferentes instituciones: Colegio de Arquitectos, Justicia de Aragón, directores generales de Carreteras y de Medio Ambiente (MOPU), alcalde, concejales, directores de medios de comunicación….
La reflexión obedecía a unas premisas fundamentales, enterarnos de todo el proceso administrativo, normas que regulaban el proyecto, estado del Pinar, afecciones al Canal y búsqueda de argumentos para frenar la agresión. En poco tiempo ello se transformó en la elaboración de una alternativa que fue presentada ante un montón de gente, muchos de ellos políticos y de diferentes estamentos sociales. Hubo un sinfín de reuniones, “por hablar hasta con las piedras” era uno de nuestros lemas y a eso nos dedicamos en cuerpo y alma (si es que ésta existe). Desde que salió a la luz la alternativa se defendió el “no al trazado oficial y el sí a la alternativa”, para lo cual no faltaron panfletos, revistas, pasquines, elaborados con gran imaginación.
He de decir que todavía en la actualidad, hablando con algunos que recuerdan toda esta movida, me dicen que no estuvimos acertados en la elección del “no”, que deberíamos haber optado por un lema en plan positivo… Quizá tengan razón, pero combatíamos contra una imposición, sin posibilidad de cambio ni de remodelación del proyecto. El margen que se nos daba era mínimo, a lo sumo ciertos aspectos que “humanizaran” el cinturón y que con posterioridad se pusieron igual, como el carril bici, los árboles en las aceras y cosas así. Con el tiempo constatamos el déficit democrático que existía en la política municipal de participación ciudadana y denunciamos con insistencia esta cuestión además de plantear propuestas tales como que las alternativas vecinales o ecologistas a los proyectos oficiales fueran estudiadas con el mismo rigor y tuvieran un presupuesto para tal fin; que en la comisión de urbanismo pudieran estar presentes los vecinos por medio de un representante de la FABZ; solicitamos presupuesto municipal para elaborar un estudio multidisciplinar en relación con nuestra alternativa al trazado que fue denegado, claro; etc. Para qué hablar del distrito, una especie de frontón donde rebotaban nuestras iniciativas sin discusión posible. También insistimos y planteamos en conversaciones, escritos y asambleas el que la elección de los concejales y vocales de los distritos se efectuara en el distrito correspondiente entre gentes que vivieran o trabajaran en el barrio y donde pudieran presentarse como candidatos ciudadanos independientes… por supuesto “no coló”, pero estas reflexiones iban en la línea de una democracia más directa y más profunda, contenida en una ideología de izquierda clarísima…. e insisto en que libertaria o muy cercana.
La dinámica empleada consiguió crear entre nosotros vínculos afectivos tremendos, lo cual facilitaba el entendimiento y el compromiso. En lo que a mi respecta, la Coordinadora significó una etapa única en mi vida, nunca he asistido a algo semejante, con tanta convicción en lo que se hacía, con tanto esfuerzo y dedicación sin esperar nada a cambio. Fue comprometido, muy trabajoso, hubo que echarle mucha dedicación, pero, por contra, también fue divertido, enriquecedor, sano y concienciador, aglutinador, creador de señas de identidad, generador de una especie de orgullo por participar en todo este evento que no paraba de “parir” nuevas formas de expresar nuestras inquietudes y pensamientos. Estuvimos atentos a cualquier manipulación, no caímos en las celadas que nos quisieron enredar, no dejamos las ideas por ofertas, que las hubo, aparecimos retratados en listas de la extrema derecha, no dejamos que el movimiento lo encabezara partido político alguno e hicimos frente a descalificaciones difamatorias que pretendían desacreditarnos ante nuestra propia gente. Mereció la pena. Un beso y salud.
Chema Gregorio