CASA DE LA PAZ
Hablar de la Casa de la Paz es hablar de lo que sería uno de los referentes del naciente movimiento okupa en el Estado Español durante varios años y punto de encuentro de las más diversas tendencias de la alternatividad política zaragozana.
Fueron seis años de vida de un espacio que los que tuvimos la suerte de vivirlo, pese al tiempo transcurrido, no hemos olvidado. Un espacio donde mucha gente maduró políticamente y donde, aun con roces y desencuentros, se llevó adelante mucho trabajo en común. Un trabajo sorprendente donde confluyeron colectivos de lo más dispar.
Cuando en una tarde del doce de marzo de 1987 me llegó la onda de acudir a un abandonado edificio del paseo Sagasta 52, en el que habían entrado personas que conocía vagamente del movimiento ecologista y pacifista, los sones que me llegaron fueron los de un incipiente movimiento de recuperación de espacios que traía ecos de otras latitudes.
Entonces no había okupas, el término aún no se había acuñado, y en Zaragoza sabíamos de los krakers holandeses o de los squatters de Londres. Como mucho nos había llegado la onda de la histórica Leoncavallo de Milán y aún no hacía tanto de las primeras okupaciones en Madrid, como la de la calle Amparo o Ronda de Atocha, Barcelona con ejemplos como Cros 10 o los primeros conatos de Euskalherria. También recientemente la CNT-AIT zaragozana había okupado su local de avenida de San José 146, que aún hoy en día sigue formando parte del sindicato.
Había entonces bastantes personas con la inquietud de okupar y algunas acudimos, sin demasiada idea de qué hacer, al primer espacio okupado que tuvimos a mano para hacerlo un poquito nuestro también.
El primer día lo que se bautizó en un principio como Casa de la Paz y la Solidaridad y más tarde sería Casa Okupada de la Paz se me antojó una ruina absoluta. En sucesivas experiencias okupas no habríamos de encontrar un edificio a un tiempo tan deteriorado y tan hermoso.
El tejado tan apenas existía tras treinta y siete años de abandono. De hecho nunca pudo habilitarse de una forma conveniente el último piso, residencia de los criados de la familia Escoriaza, propietarios originales del edificio. Los hermosos suelos de madera habían perdido su prestancia y estaban llenos de inmundicia, jeringuillas, escombros. El que había sido un jardín señorial era una extensión informe de matojos, terminada en un cobertizo con cachivaches diversos y un palomar. Cobertizo que conocería el primer concierto punk en un espacio okupado en nuestra ciudad, los italianos CCM. Años más tarde, la Casa de la Paz terminaría por convertirse, sin embargo, en un referente de la escena punk anti-comercial del estado.
Y había gatos, decenas de ellos. Sería injusto no citarlos, puesto que fueron nuestra compañía más constante durante la andadura de la casa e incluso tras su derribo. Sus pulgas también nos acompañaron en alguna ocasión.
En las primeras asambleas lo mejor del proyecto es que parecía no haberlo, más allá de la reconstrucción del inmueble y la presencia en él de los colectivos que componían la asamblea. Las personas nos volcamos en la rehabilitación del lugar y en permanecer en el mismo. La policía parecía un tanto confundida en torno a la figura legal de la ocupación de inmuebles y salvo alguna visita de fascistas en los primeros días, que no pasó a mayores, se consiguió consolidar un grupo de personas de lo más variopinto en un espacio común. También la temible UVE de la Policía Local acudió en alguna ocasión, como por ejemplo para hacer terminar un concierto, pero sin hacer uso de violencia física.
La iniciativa de ocupar la casa partió fundamentalmente de personas provenientes de proyectos que nacían del desencanto del referéndum OTAN, como era la gente del colectivo Arco Iris, ecopacifistas de los más diversos pelajes. También rondaban por allí la gente del Colectivo de Objeción y Antimilitarismo y del Comité de Solidaridad con Nicaragua. No faltaban Ecofontaneros, que luego serían Ecologistas en Acción.
En pocos días a la casa se sumaron todo un curioso maremágnum de individualidades y colectivos. Pasaron personas a título individual que provenían de círculos anarquistas, colectivos informales en la órbita punk como Aborto Obligatorio, ecologistas pioneros en el entorno de la liberación animal, como el colectivo Black Zulú o el Comité Antitaurino e incluso grupos tan peculiares como Cruz Roja Democrática, escisión ideologizada que pretendían dar el contrapunto a esta ONG, a la que le sobraba la N entonces, y ahora con más motivo.
Durante un período realmente intenso de unos meses en que se consiguió acondicionar la casa a contrarreloj, comenzaron a llevarse a cabo actividades como concurridos conciertos de folk y comidas y cenas diversas. Entre las actividades gastronómicas, destacar una a la que acudió el Justicia de Aragón, Emilio Gastón con el peculiar slogan de “antes que nos haga una pifia demos de cenar al Justicia”.
También tuvo lugar un ayuno tras el encarcelamiento del objetor de conciencia Mikel Rodríguez en abril de 1987, cuando la casa llevaba apenas un mes okupada y se celebraron unas improvisadas fiestas del Pilar alternativas con un peculiar bar y con la visita de los pesadísimos “pies negros” que nos acompañarían en diversos saraos casi siempre para el Pilar y siempre por la cara, claro.
Un proyecto especialmente ilusionante fue una feria alternativa a la que se montaba para la infancia desde las instituciones para los chavales y que se llamó Chobenalia, que llenó la casa de niñas y niños haciendo talleres de barro, escayola, madera o lanzándose con una tirolina desde el tercer piso al jardín.
1988 trajo una consolidación de actividades y de uso del espacio por parte de colectivos.
Se celebraron las primeras jornadas del Movimiento Alternativo Rural organizadas por la gente de la comunidad de Lakabe y también pasaron por allí colectivos como Greenpeace. Se abrió un pequeño bar y se comenzó con una biblioteca.
Una de las experiencias más surrealistas sería la visita del alcalde y el concejal García Nieto y otras personalidades a una exposición y subasta de obras de pintores aragoneses. Tampoco faltó el apoyo de personas como Mercedes Gallizo o Labordeta. A la hora del desalojo, por supuesto, ninguno de estos políticos se acordó de aquellos/as okupas a los que conocieron en cierta ocasión.
Pasados algo más de dos años y medio de la okupación, la actividad comenzó a decaer seriamente y el espacio quedó bastante muerto, sirviendo de vivienda temporalmente a algunas personas y pasando aproximadamente un año de travesía del desierto en el que prácticamente sólo seguían la gente encargada del cuidado de los gatos y alguna actividad en los locales de ensayo, amén de asambleas de colectivos.
En ese tiempo la casa se quedó sin luz, se dejó el bar y las instalaciones se deterioraron considerablemente, además de no realizarse asambleas prácticamente.
A ello contribuyó por un lado el cambio de locales de algunas organizaciones y la práctica desaparición de Arco Iris, primeros impulsores del proyecto. No faltaron desavenencias personales y políticas serias que hicieron que algunas personas se alejaran.
Tras ese período la gente que componía el Ateneo Libertario de Zaragoza, que acababa de abandonar la Estación de Utrillas, espacio ocupado donde surgiría este colectivo, deciden incorporarse al proyecto de la Casa de la Paz.
La incorporación fue traumática y surgieron disensiones entre los diferentes proyectos que usaban el espacio, aunque sitio había de sobra. De hecho, el signo de los tiempos, hizo que la orientación eco-pacifista se trocara por una onda más libertaria y autónoma, aunque varios de los colectivos originales seguirían, como los antimilitaristas del COA y su trabajo constante en años muy movidos como fueron los de la campaña de Insumisión.
Toda una nueva hornada de colectivos se incorporarían al proyecto y otros nacerían de comisiones del propio Ateneo Libertario que pasaron de proyectos a realidades.
Se incorporó a la casa Rebel, recientemente creado, la Asamblea de Paradas/os, la Cooperativa, Muller Choben… Y del Ateneo Libertario nacería la aún existente distribuidora alternativa Mala Raza y el grupo feminista Ruda. Con personas provenientes del Ateneo e individualidades autónomas comenzó y tuvo su sede el Colectivo Antimilitarista pro-Insumisión (CAMPI).
La actividad se multiplicó y la gente participante de una u otra manera en el proyecto de la Casa Okupada de la Paz, nuevo nombre que se fue imponiendo a propuesta de las nuevas incorporaciones, se contaba por decenas.
Se dio un nuevo empujón a las grandes salas de la planta baja, se construyó una barra y un pequeño escenario que habría de convertirse en parada fija de todos los grupos de punk y hardcore que estaban de gira por el Estado. De hecho el espacio llegaría a conocer conciertos con asistencia de cientos de personas como los de Maniática o SDO 100%.
La propia casa era un sitio donde confluían varios grupos ensayando ya de forma estable en lo que había sido el lavadero y las cocinas, subterráneo ideal donde no incordiar a los vecinos y donde pasaron proyectos fugaces y otros no tanto como ACME o Karrero Blanco Kampeón de Salto.
Todos los domingos se hacían proyecciones, se realizaban exposiciones y era un hervidero constante de asambleas de la propia casa y de los colectivos que la componían. Cientos de personas pasaban por el bar los fines de semana y más de uno aún recordamos recaudaciones históricas que aún tras el desalojo mantuvieron la actividad de los colectivos que componían la asamblea.
Las actividades llegaron a trascender Zaragoza en encuentros como los de la Insumisión Total, donde acudieron personas de una treintena de organizaciones antimilitaristas de todo el Estado.
Espacio básico de debate de las campañas antimilitaristas allí tuvieron su espacio todas las iniciativas antimilitaristas de la época. Se juntaba semanalmente la Asamblea Antimilitarista, tuvo su espacio el Mili-KK y los ya citados COA y Campi.
Desde la Casa de la Paz se organizaron las primeras manifestaciones antifascistas el 20-N a raíz de la proliferación de bandas neonazis en nuestra ciudad y de los primeros asesinatos racistas que se produjeron en el Estado.
Un decidido impulso a la lucha antifascista se dio tras el ataque de un grupo de no menos de cien fascistas a la Casa de la Paz el 20-N de 1990. Tras salir de la tradicional misa, los ultras acudieron acompañados por la Policía Nacional y en un ambiente de impunidad absoluta comenzaron a lanzar objetos contundentes contra la Casa. Durante largo rato se registró intercambio de todo tipo de cosas y la policía cargó contra los okupas que intentaron responder el ataque fascista.
Por aquel entonces también comenzaría a juntarse en la casa el SHARP (Skinheads contra los Prejuicios Raciales) que tendría un papel aglutinante de muchos jóvenes, activos antifascistas.
Especialmente interesante resultó el trabajo que incidía en las facetas más personales, pero incidiendo en lo político de la gente que componía el proyecto.
Se hicieron talleres de sexualidad, se debatió sobre sexismo y las mujeres de Ruda se trabajaron el autoconocimiento. Incluso hizo sus pinitos un grupo de hombres que debatía sobre el género masculino.
También hubo quien buscó alternativas laborales, como la gente del Kolectivo de Paradas/os y sobre todo fue un lugar donde tuvieron presencia de una u otra manera con sus actividades multitud de colectivos que se movían en Zaragoza.
No todo fue perfecto. Intensos, y a veces tensos, debates tuvieron lugar entre las diferentes sensibilidades de la Casa, sobre el funcionamiento de la misma, sobre la distribución de espacios, sobre qué proyectos tenían cabida o no en la misma… Glorias y miserias que, vistos de lejos, también nos aportaron algo de una u otra manera.
El proceso legal de la casa fue realmente largo y complicado.
Aunque en un principio no estaba clara la propiedad, salvo su titularidad pública al no existir herederos de la familia Escoriaza, la misma terminó por recaer en el Ministerio de Cultura, propiedad que terminaría pasando a Sanidad, destino final del inmueble, para la construcción del centro de salud que hay en la actualidad.
En previsión del desalojo, cuando se abrió el proceso judicial, se recogieron cientos de autoinculpaciones de miembros de los movimientos sociales zaragozanos que se incorporaron al sumario y lo demoraron considerablemente.
El proceso se estancó y por otro lado se comenzaron las movilizaciones. En varias ocasiones se llevaron a cabo manifestaciones de varios cientos de personas por el centro de Zaragoza, durante el verano de 1993 especialmente, cuando se veía el desalojo como inminente.
También dos autobuses acudimos a manifestarnos a Madrid al Ministerio de Cultura, con el apoyo de personas de la capital, intentando entregar, infructuosamente, un escrito que, como tantos otros trámites burocráticos y peticiones, no recibió respuesta.
Finalmente el procedimiento, que nunca llegó a juicio, puesto que en aquel entonces no existía el delito de usurpación por el que hoy en día se juzga la okupación de inmuebles, llegó a su fin con la orden de desalojo, que se entregó a unas personas de la casa el 22 de diciembre de 1993.
Sólo un día después, el veintitrés de diciembre, un despliegue de antidisturbios y Policía Local, acompañados de operarios municipales, acudían a la Casa Okupada de la Paz. Una sola persona empezó a sacar los enseres de la casa y a lo largo de la mañana fueron acudiendo y concentrándose más personas.
Durante el desalojo, rabia contenida y expresada. Por lo pronto en concentración espontánea mientras se producía el mismo con apaleamientos y detenciones delante de las cámaras. Eran los tiempos duros de otros delegados de Gobierno, pero del mismo PSOE de hoy en día, con un rostro menos amable pero igualmente represivo.
En esos días habría muchas movilizaciones y algunas acciones especialmente sonadas.
El día de Navidad un artefacto casero estalla en el consultorio de Hermanos Ibarra, en pleno centro de Zaragoza. Esa misma tarde una concentración en la plaza de España se convierte en manifestación que recorrerá el centro de la ciudad y termina en disturbios que se extienden por el Casco Histórico. Hay varias detenciones y la policía, buena parte de la cual estaba de vacaciones, se ve desbordada por la situación.
En días posteriores no faltarían los medios bramando contra los okupas e incluso mintiendo descaradamente como la COPE, cuya sede estaba en el portal de al lado de la casa, que afirmaron que la luz estaba pinchada de su emisora.
Habría más movilizaciones, como la manifestación del siete de enero y otras, aunque menos sonadas, como una interrupción de una obra de teatro en el Principal zaragozano y requerimientos para que se devolviera parte de los materiales que salieron de la Casa durante el desalojo y que nunca volvieron a verse.
Pero la experiencia okupa de la Casa de la Paz no cayó en saco roto. De allí surgieron muchas iniciativas que siguen vivas y muchas personas que empezarían su andadura en diferentes luchas como la Insumisión y la desobediencia activa al ejército, el feminismo o la liberación animal. Cada uno ha seguido su camino y el movimiento okupa no se tomó respiro.
La Casa Okupada de la Paz es el pasado, pero la okupación es presente y en cierta forma una canción de Monaguillos sin Fronteras, grupo que empezó su andadura en la Casa de la Paz, da una idea de lo que supone la okupación, que es mucho más que un simple espacio. Siempre es algo lo que queda… La Casa sigue en pie.
Marshall